Cuando el cielo nos es ajeno: panorama de los drones en las Fuerzas Armadas españolas
La imagen no puede ser más elocuente: un vasto cielo, apenas surcado, en el que las Fuerzas Armadas españolas levantan poco más que un puñado de alas no tripuladas. Y no por falta de ganas, sino por una suma de decisiones tardías, recursos insuficientes y procesos que no terminan de disiparse.
El estado actual de un inventario discordante nos dice que las alas de acero de los drones en las FAS aún se cuentan con los dedos:
-MQ ‑9 Reaper: sólo 4 unidades, en servicio desde 2020 (Ala 23/Esc.233). En proceso de armado.
-Thales Fulmar: un sistema comprado por cada cuerpo (Tierra, Infantería de Marina y Aire) desde 2017.
-Skydio X10: microdrón (Clase I), licitación ganada en 2024, entregadas cerca de 18 unidades.
-Sirtap: dron de clase II/III. La más importante adquisición: 27 unidades pactadas por 600M euros, pero su entrada en servicio solo se espera en 2027.
-Vector (Quantum-Systems): previsto 91 sistemas (cada uno compuesto por dos UAV) pero aún -0 entregados-.
-RQ‑11 Raven, Fulmar, IAI Searcher, Fulmar X mini: cantidades reducidas (72, 1, 3-4 unidades respectivamente).
En total, hay unas decenas de drones operativos, muy lejos del despliegue que creemos suficiente para cubrir misiones de vigilancia, reconocimiento, vigilancia marítima o inteligencia. Los números que arrojan los conflictos a que estamos asistiendo estos años (Ucrania, Siria, Israel…) evidencian que no se termina de comprender la dimensión que los drones han adquirido.
Dron kamikaze de los Estados Unidos
Los planes de adquisición podrían traer luz en un horizonte oscuro, pero es pronto para alegrarse más allá de una leve sonrisa.
El Ministerio de Defensa ha aprobado importantes partidas en el PACDEF 2025:
213,5 millones de euros para licitar drones de Clase I y II, con sistemas categoría Small de hasta 120kg.
En estudio la incorporación de drones Clase II de ala fija (posiblemente Sirtap adicionales).
El MQ‑9 Predator B, operativo, es un gran activo en el reconocimiento estratégico, que sumará enteros con el armado de los escasísimos sistemas disponibles.
Los plazos de los contratos deben licitarse en 2025, y comenzar las entregas parciales en 2026, dando por completado del programa de Clase II probablemente entre 2027-2028, aunque preferimos no pecar de optimismo.
Q-Slam de Arquimea
Munición merodeadora: la mal querida.
La munición merodeadora es la gran asignatura pendiente -otra más-, y uno de los más inexplicables asuntos dentro del amplio espectro de los drones. La munición merodeadora (o drones kamikaze) está en una especie de limbo tecnológico y operativo; además de un estado embrionario del que no termina nunca de salir. La realidad es que no hay un solo sistema en servicio; al menos, no hemos podido confirmarlo.
Si bien el PACDEF incluye 13,3 millones de euros para munición merodeadora de medio alcance; la intención lleva meses anunciada, pero aún no se ha activado ninguna compra.
Y no tiene mucho sentido, puesto que empresas punteras como Zelenza y Arquimea, ya tienen modelos (Milvus, Q-Slám-40) listos, con cabeza de guerra de 1,4kg.
El Ministerio financia proyectos made in Spain para desarrollar prototipos militares, pero a la hora de concretar las adquisiciones, se apagan las luces y desaparece todo rastro de unos contratos que parecían llamados a firmarse de un momento a otro. La conclusión no puede ser otra que la munición merodeadora está en CERO operativos, mientras otros países ya la emplean de forma continua.
Stand de Arquimea en Feindef 2025
Las consecuencias de esta torpe y extraña política de adquisición de sistemas de drones no pueden ser más claras y lacerantes:
1. Tenemos el cielo vigilado… pero sin capacidad ofensiva. España puede ver, pero no puede golpear. La guerra contemporánea exige capacidad de intervención autónoma; sin munición merodeadora, las FAS quedan en posición defensiva; aunque esto es algo a lo que ya estamos más que acostumbrados.
2. Riesgo frente a drones enemigos. La guerra electrónica, los radares y la defensa activa se fortalecen, pero la carencia de drones ofensivos deja una brecha táctica evidente.
3. Dependencia industrial. Se incita a la industria nacional, pero sin las contrataciones firmes todo queda al nivel de promesa exportable, no real.
4. Aceleración internacional. Ejércitos europeos, de la OTAN y de fuera de la UE (Ucrania, Turquía, Polonia, EEUU, China…), construyen enjambres kamikaze en números mareantes, demostrando que se trata de una tecnología al alcance de casi cualquiera (al menos en los sistemas menos ambiciosos). España, varios pasos por detrás, pierde competitividad y relevancia táctica.
5. Inversión desaprovechada. Los 213 millones de euros en drones tendrán efecto parcial: reconocimiento y vigilancia mejoran, pero capacidad de ataque seguirá ausente.
Es difícil evitar el sopor cuando el cielo está dominado por amenazas sin respuesta propia. España está dando pasos hacia el futuro no tripulado con drones clase I, II, MQ‑9 y Sirtap. Pero ese horizonte se difumina cuando vemos que los números seguirán siendo escuálidos, y que la munición merodeadora brilla por su ausencia. La espera se convierte en habitual, la promesa en duda, y la modernización queda coja sin esa punta de lanza encápsulada que otros ejércitos ya empuñan.
Las FAS españolas deben poner rumbo firme hacia la adquisición y despliegue de munición merodeadora: la pócima tecnológica que falta para completar el tridente no tripulado: ver, defender y, si es necesario, atacar con precisión letal. Lo contrario, será navegar a oscuras en tiempos de tormenta táctica.
Ebujez
defensayseguridad.es