Propuesta para desatascar el SILAM: Indra+Instalaza

Escribano propone alianza con Indra e Instalaza para sustituir tecnología israelí en el contrato SILAM

El Economista informa hoy de lo que pretende ser un importante giro, una propuesta de encauzamiento, para la industria de defensa española: Escribano Mechanical & Engineering (EM&E) ha planteado una colaboración con Indra e Instalaza con objeto de reemplazar la tecnología israelí prevista para el sistema de lanzacohetes de alta movilidad SILAM. Este planteamiento surge tras la conocida y trascendental decisión del Ministerio de Defensa -y de todo el Gobierno de la nación- de dejar sin efecto la adjudicación original, motivada por el bloqueo gubernamental de compra de material militar israelí.

En diciembre de 2023, el contrato valorado en 576,5 millones de euros fue adjudicado a una Unión Temporal de Empresas (UTE) integrada por Escribano, Expal (filial de Rheinmetall) y Elbit Systems -Israel-. Sin embargo, el pasado 9 de septiembre, el departamento que dirige Margarita Robles anuló la adjudicación y exigió que las compañías presentaran alternativas viables para cumplir los plazos del programa.

Según fuentes consultadas por este diario, la propuesta actual de Escribano consiste en integrar las capacidades de Instalaza -la conocida armamentística aragonesa- con el respaldo tecnológico de Indra. Estas fuentes sostienen que la tecnología de Instalaza podría constituir una alternativa legítima a las soluciones israelíes, aunque advierten que habría que asumir inversión adicional y un aplazamiento de al menos un año respecto al plazo original de entregas, previsto inicialmente para 2027. Un año se antoja extremadamente optimista, pero desearíamos que fuera ajustado a la realidad.

Instalaza, como todos nuestros lectores saben, cuenta con una sólida trayectoria en la fabricación de lanzacohetes; incluso algunos de sus sistemas han sido empleados en el conflicto de Ucrania. Hace pocas semanas firmó un contrato marco de 64,8 millones de euros con el Ejército de Tierra para proveer los lanzacohetes Alcotán de 100 mm. Además, la compañía invirtió en diciembre pasado 52 millones de euros en una nueva planta en Zaragoza, destinada tanto a ampliar producción como a desarrollar tecnología de propulsantes.

Si la opción Instalaza‑Indra no resultara viable, aún se contemplaría otra vía: recurrir a tecnología estadounidense, lo que dejaría sin efecto la postura gubernamental de «primero tecnología española o europea«, aunque, todo hay que decirlo, para esa eventualidad ya está todo inventado: Rheinmetall -Alemania- ya ha suscrito un memorándum con Lockheed Martin para establecer un “centro de excelencia europeo” dedicado a cohetes y misiles, con el argumento de fortalecer la autosuficiencia europea (de la mano de la tecnología norteamericana). Los matices están en todas partes, por lo que puede apreciarse. En sus propias palabras, el vicepresidente de Lockheed Martin, Ray Piselli, afirmó que la alianza “ayudará a nuestros clientes europeos a cumplir con sus compromisos de la OTAN”. Baste recordar que ayer mismo, la ministra Robles afirmaba que la industria europea no está preparada para la cantidad de millones que van a invertirse en defensa en los próximos años.

Cabe destacar que Escribano ya ha percibido más del 80 % de los cerca de 140 millones que le correspondían del contrato original (alrededor de 700 millones incluyendo IVA). En la adjudicación inicial, la parte correspondiente a sistemas de fuego y lanzadores ascendía a 344 millones de euros, de los cuales cerca de 135 millones recaían en Escribano. Los otros lotes incluían 63,4 millones para sistemas de radar y 169 millones para vehículos aéreos no tripulados (RPAS).

Este vuelco en el planteamiento del programa SILAM refleja la tensión existente en un programa obligado a navegar entre turbulentas aguas delimitadas por objetivos políticos -la desconexión de tecnología militar israelí promovida por el Gobierno- y las limitaciones técnicas y temporales que impone un proyecto de esta envergadura. La capacidad de conciliar el discurso de soberanía militar con las exigencias operativas y tecnológicas no será fácil, de hecho, ya está siendo arduo y, por supuesto, el principal afectado es el Ejército de Tierra (y quizás la Infantería de Marina).

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