Los imanes de tierras raras y la vulnerabilidad del F‑35: una nueva palanca de presión de Pekín

La edición de hace 2 días, 21 de octubre, de The Telegraph recoge un análisis del periodista Chay Quinn, titulado “The tiny magnets threatening America’s deadliest fighter jet”. Como en otras ocasiones hemos apuntado, es conveniente echar un ojo a informaciones de medios internacionales, siempre que la intensidad mediática lo permita, por aquello de tomar contacto con asuntos que, aunque pueda no parecerlo, guardan estrecha relación con nuestros interesas industriales y soberanos. En la pieza que hoy analizamos, se describe cómo el programa de exportaciones de imanes de tierras raras chinos y las nuevas regulaciones de Pekín podrían transformar un sector clave de la industria militar norteamericana -y, por extensión, de los países aliados-.
Según el artículo, el caza furtivo F‑35 Lightning II (Lockheed Martin) hace uso de imanes de tierras raras -en concreto de materiales como el samario‑cobalto- que intervienen en los sensores, los motores turbofán, los mecanismos de control de superficies móviles y otros sistemas críticos. La nueva normativa de la República Popular China extiende la necesidad de licencias para todo producto que contenga al menos un 0,1 % de elementos de tierras raras producidos en China o fabricados mediante tecnología china.
El artículo apunta que esta medida no se dirige únicamente a bienes “comunes”, sino que pone especial atención a aquellos que pueden tener uso militar o dual, lo que en la práctica ofrece a Pekín una palanca de presión sobre Washington y sus aliados. La capacidad china de procesar el 90 % del aprovisionamiento mundial de tierras raras y magnetos permanentes se convierte así en una vulnerabilidad estructural occidental, según el análisis.
Implicaciones para la industria de defensa y la cadena de suministro
Este tipo de controles representa una novedad en el ámbito del material de defensa: la regla de producto extranjero (FDPR – foreign direct product rule) adoptada en el ámbito de semiconductores por EE. UU. se traslada ahora al control chino sobre las exportaciones de imanes de tierras raras. En la práctica, incluso si un fabricante europeo produce un imán sin instalaciones en China, si dicho imán contiene más del 0,1 % de tierras raras chinas o se ha elaborado mediante tecnología china, será necesario solicitar licencia de exportación a Pekín. Esto colocaría en una situación de riesgo a programas de armamento que requieren esos materiales para sensores, misiles, sistemas navales o turbinas.
El artículo subraya que también plataformas como los misiles de crucero, los submarinos, los carros de combate o los sistemas aire‑aire podrían verse afectados si la consideración sobre el origen de los imanes se aplica de forma amplia.
Ante esta circunstancia, en EE. UU. se han puesto ya en marcha iniciativas para diversificar la cadena de suministro: por ejemplo, ampliación de la producción nacional de tierras raras (como la mina de MP Materials en California) o adquisición de firmas europeas de imanes como Less Common Metals en el Reino Unido. No obstante, el artículo advierte que estas alternativas tardan en dar resultado y el desequilibrio estructural sigue siendo elevado.

Minerales raros usados sólo para teléfonos inteligentes
¿Relevancia para España y los aliados?
Aunque la información se centre en el programa norteamericano del F‑35, las implicaciones para la OTAN, y por tanto también para España, son significativas por varias razones que no deben obviarse:
- Soberanía tecnológica y diversificación: Dada la dependencia occidental de los materiales críticos que China domina, España -como miembro de la OTAN y en interés de nuestros propios proyectos industriales- debe considerar la incorporación de criterios de resiliencia industrial y tecnológicas en su industria de defensa. Esta información refuerza el argumento de que la adquisición de sistemas debe contemplar no sólo el coste y prestaciones en fase final, sino también la seguridad de suministros de componentes críticos frente a decisiones externas. La soberanía tecnológica hila fino en toda suerte de materiales, y éstos son especialmente críticos, y están llamados a serlo todavía más.
- Cooperación y abastecimiento aliado: En un entorno en que China puede ejercer presión mediante restricciones de exportación, la capacidad de los países aliados de cooperar en la producción o asegurar cadenas de suministro alternativas adquiere mayor relevancia. España, en su nueva estrategia de defensa fundamentada -en lo posible- en la industria nacional, puede explorar participar en iniciativas europeas o transatlánticas para materias primas críticas, procesamiento y fabricación de imanes de altas prestaciones; y debe, por tanto y por encima de todo, asegurarse el suministro de materiales críticos atendiendo no sólo a la necesidad de uso concreto, sino al origen.
- Riesgo espejo en programas europeos: Aunque el artículo se refiere al F‑35, la lógica del riesgo no es exclusiva. Cualquier sistema donde se empleen imanes de tierras raras fabricados o procesados en China está expuesto al mismo tipo de presión. Por tanto, en el análisis de futuros sistemas para las Fuerzas Armadas españolas conviene incorporar el origen de estos componentes y trascender la mera disponibilidad del material crítico, para asegurar el uso soberano una vez adquirido.
Conclusión
El análisis de Chay Quinn en The Telegraph pone de relieve un vector menos visible, pero relevante, de vulnerabilidad en la industria de defensa occidental: la dependencia de imanes de tierras raras provenientes de China, que pueden convertirse en un instrumento de presión en un contexto geopolítico tenso que no aminora velocidad de crucero rumbo a colisiones comerciales e industriales cada vez mayores. Para España, este hecho aporta un argumento adicional a las consideraciones de adquisición de plataformas de combate de última generación y refuerza la necesidad de evaluar la seguridad de la cadena de suministro como parte integrante de la política de defensa.
Ya no se trata sólo de elegir el mejor avión o sistema, de lograr el acceso al software, y de que el CLAEX «meta mano» a todo lo que le plazca (en el caso de aeronaves) sino de asegurar que los componentes críticos no queden sometidos a decisiones externas que puedan comprometer la operatividad, la autonomía o la resiliencia de nuestras Fuerzas Armadas.
Redacción
defensayseguridad.es

