Ser soldado en España: poco atractivo, mal pagado.

España afronta una crisis estructural en la incorporación de tropas: cifras que no mejoran con los años

España se enfrenta a un problema persistente en la captación de soldados profesionales. Según El Confidencial Digital, el Ejército de Tierra habilitó para este período formativo de 2025 3.200 plazas, pero no ha logrado cubrirlas todas debido a la falta de candidatos. El número final de reclutas que han firmado su compromiso es de 2.440. Este fenómeno no es nuevo: los datos muestran una tendencia crónica al descenso de aspirantes, una merma del número de efectivos y una creciente dificultad para retener personal cualificado.

Soldados españoles suben a un avión del Ejército del Aire. (Rubén Somonte/MDE)

Un análisis de Infobae España constataba que, a pesar de un incremento de casi un 60 % en las plazas ofertadas para tropa entre 2022 y 2023 (de 4.300 a 6.826), el número total de efectivos siguió disminuyendo, porque el volumen de solicitudes no creció al mismo ritmo. Estudios del Observatorio de la Vida Militar confirman que la ratio de solicitantes por plaza ha caído estrepitosamente: de 27 aspirantes por plaza en 2013 a apenas 4,3 en 2023.

El problema arranca de lejos: ya en 1999 el Ejército no lograba cubrir las 5.800 plazas convocadas ese año, alcanzando una de las proporciones más bajas desde el inicio de la profesionalización. Desde entonces, los sucesivos planes de reclutamiento nunca han logrado revertir esta tendencia negativa, y la profesión de la tropa y marinería, lejos de mejorar, continúa en una especie de encefalograma plano, incluso descendente.

Al mismo tiempo, las plantillas han caído con el paso del tiempo. Entre 2010 y 2023, el total de militares profesionales disminuyó un 10 %, de 130.039 a 116.961 en activo. El contraste con los intentos de modernización del material es evidente. La mayor parte de los esfuerzos por actualizar y hacer de las FAS un instrumento sólido y moderno mueren al llegar al asunto del personal. Ya estamos hablando de una pérdida de 13.000 efectivos menos.

Este déficit tiene su correlato en el abandono del voluntariado. En 2024 se registraron 5.719 bajas de militares, mientras solo se ofertaron 4.086 plazas, y además cerca del 6,6 % de aspirantes renuncian antes incluso de firmar su compromiso inicial. Es decir, cada año salen más soldados de los que ingresan.

La retención es otro caballo de batalla. Los jefes de los tres ejércitos admitieron en FEINDEF 2025 que resulta muy difícil mantener talento, especialmente debido a retribuciones insuficientes frente al mercado civil y otras fuerzas de Seguridad del Estado. La elevada movilidad interna y los altos precios de la vivienda tampoco ayudan: en 2023, el 65,8 % de los militares sacrificaba ascensos o cambios profesionales por evitar mudanzas forzosas.

¿Y cuáles son las consecuencias de esta crisis? Primero, una notable fragilización operativa, al no contar con cupos completos para cubrir las unidades. Segundo, un descenso en la calidad del personal, ya que con poco interés y baja competencia, se seleccionan aspirantes con menor perfil. Tercero, un efecto dominó sobre las nuevas capacidades -ciberdefensa y espacio, por ejemplo- que requieren perfil técnico y estabilizado.

El Gobierno planea aumentar los efectivos en 7.500 militares entre 2025 y 2029, y alcanzar 140.000 en una década, de acuerdo con el Objetivo de Capacidades Militares de 2024  -una cifra idéntica al tope legal que fija la Ley de Carrera Militar de 2007-. Sin embargo, estos objetivos se topan con una realidad demográfica adversa: la población joven de 15 a 29 años, segmento clásico de reclutamiento, comenzará a reducirse desde 2032, complicando aún más el panorama.

España sigue atrapada en un problema histórico, camino de secular, que no se resuelve simplemente ampliando plazas. Sin mejoras reales en el atractivo laboral, compensaciones económicas, conciliación familiar y condiciones de vida, el reclutamiento profesional de tropas seguirá siendo un reto sin solución. Para revertirlo, hacen falta reformas estructurales -no solo más cupos- que permitan recuperar competitividad frente al sector civil y sostener el talento militar en los próximos años. Y esas reformas estructurales tienen un sólo nombre, que resume la transversalidad de todo proyecto: dinero.

Redacción

defensayseguridad.es

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