Ser o no ser Taiwán

La vida diplomática e internacional de Taiwán no es abundante ni prolífica. Apenas una docena de países reconoce a la pequeña isla de Formosa, la mayoría de ellos pequeños, de escaso peso y mínima influencia política y económica en el mundo.

 

Gobiernos como el de Tuvalu, o San Cristóbal y Nieves, tienen la menor relevancia diplomática que pueda imaginarse, pero son ellos, junto con un escaso puñado más, los que reconocen la independencia de Taipéi. No son los EEUU, ni la UE, ni siquiera Japón, tan cerca de quemarse si la guerra se desatara entre China y Taiwán, quienes reconocen al país al que dicen apoyar.

Taiwán recibe material defensivo norteamericano en cantidades apreciables. Foto: sistema Patriot

Ser Taiwán no es fácil. Es una suerte de apestado internacional, un empollón de la clase al que el abusón, China, tiene entre ceja y ceja, y al que no piensa dejar de acosar hasta el último día de curso. El resto de la clase mira, recela jugársela. Admitirlo en el grupo mayoritario de los normales y acogerlo sería peligroso, porque el abusón podría tomarla con el resto. Y éso no es fácil de asumir, sobre todo cuando el abusón tiene sus cosas buenas: es un proveedor de clase mundial que puede hacer tambalear los cimientos económicos desde Tokio a Washington, dejando tiritando a Bruselas, llegado el caso.

 

Así las cosas, despertarnos cada 2 semanas con los juegos de guerra de Pekín, rodeando y torturando la isla, violentando la navegación internacional, los vuelos y, sobre todo, los corazones de millones de taiwaneses, se ha convertido en cotidiano. El día de autos, llenamos las redes sociales de los vídeos y las instantáneas de las tropas comunistas campando a placer por las aguas y los cielos que circundan la isla; reseñamos la queja de rigor del gobierno taiwanés, y elucubramos sobre las posibles fechas para la inevitable invasión.

Aquí las apuestas se estrechan cada vez más. El lustro del 25 al 30 de la presente década lleva las de ganar. Afinar más se antoja difícil, pero hay quien le echa ganas. Se habla del año 27 como el año clave, pero podría ser mañana, o en el 32. El caso es que parece un hecho que Pekín alcance la capacidad de tomar la isla en breve. Su gobierno, en palabras de su presidente, ordenó la capacidad total de reunificación para 2027, lo que no debe tomarse a broma, porque el régimen de Pekín no es, precisamente, un ejemplo de hilarante comedia en sus comunicaciones ni su estrategia diplomática internacional.

Maniobras navales de desembarco del Ejército chino.

 

Entonces, llegados a la conclusión de que Taiwán es un estado infra-reconocido; de que sus pares son apenas relevantes siquiera regionalmente; y de que sus valedores, quienes dicen sostenerlo, no lo reconocen como estado independiente, ¿qué puede esperar Taiwán?

La respuesta debería ser fácil, inequívoca: nada. Nada debe esperarse de quienes no están dispuestos a arriesgar ni con el solo reconocimiento de la existencia de Taiwán. Mucho menos, por tanto, puede esperarse que acudan a la defensa de la isla, llegado el caso.

Demasiado lejos”, “demasiado ajeno”, “asunto propio de los chinos”, “no son más que unos rebeldes, Pekín se ocupará de ellos y a otra cosa”, “nada se nos ha perdido allí”, “no vamos a hacerle el juego a los USA”. Todas esas son expresiones fáciles de encontrar en Occidente. Las redes están llenas de afirmaciones y renuncios en ese sentido. Cuesta justificar la defensa de un tercero ante la opinión pública, máxime cuando ese tercero “no existe” a nivel diplomático, es cierto. Pero quizás no haría falta llegar a tanto. Quizás, por qué no, un reconocimiento masivo internacional habría evitado la invasión en ciernes. Un respaldo completo de la comunidad internacional, de los países occidentales en bloque, podría haber disuadido a China de la intentona final. No habrá nunca forma de saberlo.

Occidente se ha especializado en defender de boquilla, a toro pasado y desde la barrera. Puede que esta sea una excepción, y que los EEUU hagan de tripas corazón, pero no parecen dejar su deliberada ambigüedad estratégica por el momento; quizá los japoneses levanten la voz y leven anclas en demanda de los rebeldes taiwaneses, haciendo buenas sus palabras de que Taiwán es su línea roja defensiva, pero es difícil aventurarlo. Korea, Australia… no son pocos los afectados directamente por un asunto que puede detonar un Indo-Pacífico próximo al nivel de ebullición.

 

Sea como fuere, las aguas seguirán su calentamiento. Pekín intensificará sus maniobras, acelerará su adiestramiento y engrasará la maquinaria hasta el último día… ése que nadie desde que llegue porque, al igual que con Ucrania, a la que un día se le dieron garantías de seguridad a cambio de entregar 2.000 armas nucleares a Rusia, será un día que nos retrate a todos.

 

Ebujez

 

defensayseguridad.

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