Proyección Anfibia 2050: una ambición naval que necesita buques, personal, dinero y realismo (como todo)
EL Galicia en Melilla
La Infantería de Marina y la Armada han presentado, bajo el habitual marco revelador y doctrinal de su publicación institucional -la Revista General de Marina-, las que parecen ser las líneas maestras del denominado «Concepto Operativo de Proyección Anfibia 2050«. Se trata de un documento de carácter dogmático o teórico, y por lo tanto sujeto a las tempestades presupuestarias, que pretende guiar el desarrollo de las capacidades anfibias nacionales de cara a los próximos 25 años. Un horizonte temporal extenso -acaso demasiado, pero necesario- que plantea una serie de escenarios operativos de creciente complejidad, en los que la proyección de fuerza desde el mar siga teniendo valor político y militar, incluso frente a entornos tecnificados, negados o híbridos.
El documento describe una futura Fuerza Expedicionaria de carácter modular, proyectable, autónoma y capaz de operar durante semanas en litorales no preparados, en solitario o integrada en coaliciones. Una fuerza con vocación multidominio, que debería contar con vehículos no tripulados no sólo de superficie, además de los drones aéreos embarcados, disponer de conectividad táctica, sensores persistentes y logística avanzada, sin descuidar las capacidades tradicionales de fuego naval, medios de desembarco y apoyo al combate en tierra. Sobre el papel, una fuerza anfibia de última generación, pensada para operar en litorales hostiles, urbanos o contestados, bajo fuego o amenaza de disuasiones avanzadas tipo A2/AD. Una teoría sobre la que discutir, con buena letra, susceptible de opiniones, por supuesto, pero una idea, al cabo, sobre la que entablar debate.
La definición de estas capacidades futuras respondería a una evolución natural de las necesidades operativas y del papel de la Infantería de Marina en el conjunto de la acción exterior. El documento insiste en que la proyección anfibia no debe reducirse a una mera opción táctica, sino que constituye una herramienta de política exterior, de presencia militar y de respuesta rápida en escenarios inestables, muy particularmente en el ámbito norteafricano y mediterráneo. Así las cosas, un planteamiento de concepto que, en algunos extremos, coincide con la que propusimos aquí no hace mucho, pero difiere en lo esencial. La doctrina es coherente con la experiencia acumulada en operaciones reales como la de Perejil, Líbano, Somalia o los ejercicios OTAN Trident Juncture, y quiere estar alineada con tendencias aliadas como las del USMC o los Royal Marines.
AAV7. La renovación de medios ha de ser general
Ahora bien, y sin poner en cuestión la validez del planteamiento conceptual, lo cierto es que los fundamentos materiales sobre los que se apoyará esta supuesta proyección anfibia de 2050 presentan no pocas incertidumbres.
El modelo requiere un conjunto de capacidades navales que hoy están comprometidas, infraequipadas o directamente ausentes. La Armada dispone en estos momentos de un único buque con capacidad real de proyección vertical, el LHD Juan Carlos I, que llegará a los próximos años con un considerable y natural desgaste operativo y cuya sostenibilidad más allá de 2045 está por ver. Los LPD Galicia y Castilla, si bien vigentes y modernizados parcialmente, datan de los años 90 y su relevancia más allá de 2035 también exigirá un plan de reemplazo, no de modernización -ya planteado- que ni está presupuestado ni definido. Tampoco hay un programa claro de sustitución de las LCM-1E, ni aún de renovación de los AAV -parece que sólo se contempla el ACV de Iveco-, ni un sistema naval completo de mando y control fundamentado en las tecnologías más recientes y con uso masivo de la IA que anticipe el despliegue de capacidades de combate multidominio para los escenarios que plantea el documento.
El texto expone una fuerza expedicionaria con logística de campaña robotizada, tal y como propusimos en nuestra aportación a la Infantería de Marina, protección electrónica integrada, conectividad ciber-resiliente y operación conjunta con UAV, UGV y USV. Sin embargo, el número real de unidades operativas, el volumen de personal embarcable y el mantenimiento de las aeronaves disponibles en flotilla están hoy muy lejos de poder sustentar tamaña ambición. A ésto se suma la ya crónica escasez de personal que afecta a la Armada, con una Infantería de Marina que apenas puede cubrir su ciclo de adiestramiento completo y que depende de un fondo humano limitado, y tensionado por misiones permanentes. En suma, los contras comunes a cualquier planteamiento que, partiendo de un presente que no alcanza el optimismo del futuro, al menos, quiere mostrar un camino, por más que esté lleno de obstáculos e incertidumbres.
El documento concreta, no obstante, que para cumplir los requisitos básicos de esta futura proyección, la Fuerza Expedicionaria deberá estructurarse sobre un Grupo de Combate Anfibio compuesto por al menos un buque tipo LHD , y 1 ó 2 LPD, con su correspondiente flotilla de aeronaves de ala rotatoria y medios de desembarco.
Hay que recordar aquí que: el Plan Armada 2050, hasta donde sabemos, hablaba de la deseable incorporación de otros 2 LHD al JCI, 7 conectores buque-costa, substitución de los LPD a unos 15 años vista, y 3 buques noidriza para embarcaciones menores, además del difundido CATOBAR.

La fuerza proyectada debería incluir una unidad tipo Batallón Reforzado de Desembarco, con apoyos de artillería, zapadores, guerra electrónica y capacidades C-IED, todo ello con autosuficiencia logística durante los primeros 30 días de operación, lo que se antoja -a día de hoy- todo un reto logístico de primera magnitud. Se contempla además la necesidad de contar con sistemas no tripulados embarcados desde el primer día y con enlaces integrados con plataformas ISR navales y aéreas.
Asimismo, la fuerza deberá poder operar como unidad independiente o insertarse en estructuras de fuerza conjunta y combinada, bajo marcos OTAN o UE. Por esa razón, los sistemas de mando y control habrán ser interoperables desde nivel táctico hasta nivel operacional, con capacidad de compartir inteligencia en tiempo real y de integrar fuegos conjuntos, incluso con medios de precisión de largo alcance. El Grupo de Combate deberá, además, tener capacidad de proyectar fuerza desde más allá del horizonte, reduciendo la vulnerabilidad en zonas A2/AD, mediante maniobras de disgregación y empleo intensivo de medios autónomos.
El COPA-2050 plantea también escenarios de proyección sin necesidad de cabeza de playa asegurada, con entradas desde el horizonte mediante maniobra naval dispersa, lo que supone contar con medios de mando táctico embarcado, comunicaciones integradas, drones armados y una superioridad informativa que, en la actualidad, está por construir. Además, esas capacidades requerirán doctrinas específicas, unidades adiestradas en tecnologías no tripuladas, y una renovación profunda del adiestramiento, que no puede abordarse sin una inversión sostenida y una planificación a largo plazo que, hasta ahora, no se ha dado.
La credibilidad del concepto dependerá, por tanto, no de su formulación teórica, que se ve soportada negro sobre blanco como cualquier construcción teórica, sino de su traducción a programas reales, con cronogramas, inversiones y compromisos industriales. Es difícil hablar de capacidad anfibia avanzada para 2050 cuando la renovación de escoltas (programa F-110) y submarinos (S-80) ya sufre retrasos acumulados de años y desviaciones presupuestarias notables, pero también es obligado hacerlo, sobre todo si se quiere proponer a medio y largo plazo, teniendo así una guía a la que amoldar la construcción general de la Armada de los próximos 30 ó 40 años. En ese contexto, cualquier plan para crear, mantener y proyectar una fuerza expedicionaria moderna debe partir de una masa crítica de plataformas y tripulaciones que hoy, simplemente, no existe, pero que habrá de abordarse acaso con mayor premura que la actual.
Con todo, el COPA-2050 tiene el valor de alinear el pensamiento naval español con doctrinas aliadas que no van a esperar. La US Navy y el USMC ya están desplegando conceptos como el Expeditionary Advanced Base Operations o el Distributed Maritime Operations, y Reino Unido ha transformado sus Royal Marines en una fuerza expedicionaria lígera, digitalizada y con nuevo equipamiento. Si España quiere mantener un asiento creíble en ese tipo de coaliciones, debe comenzar a traducir doctrina en medios.
En suma, el Concepto de Proyección Anfibia 2050 representa una formulación doctrinal, en principio sólida -aunque alejada de nuestros planteamientos, como es natural- coherente con lo que se pretende y en consonancia con las necesidades operativas futuras basadas en lo anterior, pero cuya viabilidad está condicionada -como siempre- por un entorno presupuestario limitado, una base naval insuficiente y una planificación material que deberá mejorar sustancialmente si se quiere evitar que ese horizonte 2050 sea, una vez más, un ejercicio de buenas intenciones sin correlato industrial ni operativo.
Jorge Estévez-Bujez
defensayseguridad.es
Un comentario
Pues té lo está diciendo claro cuál son las intenciones de la Armada española. Con el plan «Armada 2050″. Con el plan de construcciones navales para los próximos 15 años, del que se prevee dotar en los próximos años de 27 buques. Del aumento de presupuesto al 2% del PIB. Tienes un magnífico artículo del último número de Pensamiento naval. Creo que se titulaba » Fragata/equivalencia en la armada 2055″ en el cual te explica que con ese aumento se doblaría la flota actual dé la armada española. Y en el número de la RGM con las capacidades anfibias que quiere la armada.