El muro de drones de la UE. Grandes palabras para capacidades todavía pequeñas. Es hora de trabajar
Imagen: France24
En los últimos días, la idea de un “Muro de drones” para proteger el espacio aéreo europeo ha emergido con fuerza en el discurso político de la UE, seguramente en aras de dar una respuesta dialéctica fuerte a las recientes y constantes invasiones del espacio aéreo europeo por parte de drones rusos. Sin embargo, entre la grandilocuencia retórica y la realidad técnica, hay un abismo, y el proyecto arrastra importantes incertidumbres, que habrán de ser resueltas a no mucho tardar. ¿Qué podría implicar este muro, cuáles serán sus desafíos, y qué expectativas podemos tomar como probables?
El origen del concepto es, como decía, una reacción a las vulneraciones del espacio aéreo de la Unión Europea; una «molestia» continuada, peligrosa y calculadamente desafiante, hasta que el cálculo quiebra, y las tensiones se rompen. Dónde está dispuesto el Kremlin a llegar es algo que no sabemos, aunque tampoco deberíamos esperar moderación por su parte.
Así las cosas, la UE hizo el anuncio del «Muro de drones» impulsada por una serie de incidentes recientes: incursiones no identificadas con drones en territorio danés, así como violaciones del espacio aéreo en países del flanco oriental (Polonia, Rumanía), presuntamente vinculadas a Rusia. Estas acciones han sido tildadas por las autoridades europeas como «tácticas híbridas» (aunque más podrían calificarse de «puras», por cuanto que poco tienen ya que ver con la zona gris de desempeño de las presiones rusas que bordean la guerra sin entrar de lleno en ella) destinadas a probar la capacidad de respuesta del bloque aliado europeo.
En respuesta, la Comisión Europea ha convocado a los ministros de defensa de los estados más expuestos –Bulgaria, Estonia, Finlandia, Letonia, Lituania, Polonia y Rumanía-, con la presencia de observadores como la presidencia del Consejo danesa y algunos representantes de la OTAN. En esta reunión se acordó la necesidad de que dicho “muro” incorpore capacidades de detección, seguimiento e interceptación, así como componentes terrestres, vigilancia marítima y observación espacial; en definitiva, una estructura completa de detección con capacidades de interceptación.
Andrius Kubilius, Comisario Europeo de Defensa, declaró que el proyecto debe moverse con rapidez “a nivel político, técnico y financiero”, y que la vigilancia del flanco oriental -una iniciativa que vincula el muro con un esquema de vigilancia más amplio- beneficiaría a toda Europa. Que un alto representante de la UE advierta de la necesidad de rapidez es síntoma inequívoco de que la administración europea conoce sus limitaciones en este tipo de proyectos: burocracia y estancamiento. Pero quizás es este un asunto lo suficientemente grave para que se tomen las medidas oportunas que aligere la toma de decisiones, se posibilite la fluidez de las asignaciones presupuestarias y la agilidad en la implantación de las medidas a pie de campo. No en vano, una de las decisiones acordadas en la Agenda Rearm Europe fue la de relajar la carga burocrática de los proyectos de defensa europeos.
No obstante, y aunque los planteamientos estratégicos son ambiciosos, los elementos concretos de su implementación aún no están definidos.
Radar Lanza 3D de Indra. Foto: Indra
Aspectos técnicos y operativos: del radar al interceptor
Detección y seguimiento
El primer paso crítico no será menor: desplegar una red paneuropea de sensores: radares (de muy alta frecuencia, banda milimétrica), medición acústica, sistemas pasivos electro ‑ ópticos, enlaces de inteligencia electrónica (ELINT) y, eventualmente, observación satelital integrada. Algunos analistas estiman que estos componentes podrían ponerse en funcionamiento en un plazo de un año si los recursos y coordinación acompañan. Nosotros, a riesgo de equivocarnos, lo vemos demasiado optimista.
Sin embargo, pasar de detectar drones a interceptarlos implica enfrentar el problema no sólo de la amenaza de respuesta del adversario, sino la más mundana de todas, la del coste: neutralizar un pequeño UAV con misiles caros resultará necesario para proteger a civiles e infraestructuras, pero poco eficiente. Los retos no serán pocos, e incluyen falseo de señales, enjambres, baja sección de radar, operaciones coordinadas con 2 o más estados…
Interceptación y neutralización
La fase más costosa y tecnológicamente más exigente es la intercepción: municiones cinéticas de corto alcance, sistemas de guerra electrónica (jamming), láseres de potencia dirigida o interceptores de muy corto alcance podrían formar parte del arsenal del muro. Estas capacidades aún requieren maduración industrial, pruebas operativas y estandarización interoperable entre estados miembros. El camino es largo y quizás un año se antoja escaso, sobre todo si se pretende armar el muro con capacidades únicamente propias en ese tiempo. Habría que tirar de pragmatismo y aportar todo lo que se tiene, con independencia de su procedencia (EE.UU. o Israel, por ejemplo), para lograr, poco a poco, implementar una autarquía de medios que garantice la total disponibilidad, todo tiempo, de los materiales de origen autóctono europeo. Todo ello sin ignorar que las aportaciones tecnológicas y desarrollos foráneos no deberían desecharse sólo por su origen. Se trata de sumar, no de restar.
Integración e interoperabilidad
Para que el muro sea funcional, los estados involucrados deberán vincular sus sistemas nacionales en tiempo real: compartir datos de radar, sistemas de mando y control (C2), seguridad de comunicaciones cifradas e interoperabilidad con los sistemas de la OTAN. La armonización técnica es un desafío mayúsculo cuando muchos países aún tienen sistemas legados de etapas pretéritas, heterogéneos hasta lo absurdo y sin las capacidades de los nuevos sensores.
Muy probablemente estamos ante el más complejo de los aspectos del Muro de drones. Resolver los problemas logísticos y operativos de la participación de varios países a un tiempo, integrar sus defensas aéreas, desde la detección temprana hasta la interceptación, pasando por la identificación segura, la toma de decisiones rápida y consensuada… no resultará en modo alguno sencillo, pero los hitos que se consigan en la implantación de un sistema de coordinación homogéneo y funcional serán muy beneficiosos a largo plazo.
También debe considerarse la escalabilidad: el muro no puede limitarse al flanco oriental si sobreviene una amenaza híbrida más difusa o desde otras regiones marítimas o aéreas. Las vulneraciones en Dinamarca han hecho saltar la alerta de que incluso países más alejados podrían ser objetivo.
La clave de todo: el dinero; el instrumento financiero: SAFE
Una de las piezas centrales para dotar de recursos al muro es el instrumento SAFE (Security Action for Europe), aprobado por el Consejo de la UE en mayo de este mismo año. SAFE ofrece préstamos a largo plazo -hasta 150 000 millones de euros– para apoyar la compra de capacidades de defensa prioritarias -incluidos drones pequeños, sistemas antidrón y protección de infraestructuras críticas- bajo condiciones ventajosas.
Los proyectos financiados por SAFE deben respetar una preferencia europea, como ya hemos explicado en otras ocasiones: un mínimo un 65 % del valor debe originarse en la UE, la zona EEE-EFTA o Ucrania, limitando la dependencia de terceros países. Hasta un 35 % podrá provenir de proveedores no europeos, con algunas restricciones.
Existen otros recursos, además de SAFE. La Comisión puede recurrir al Programa Europeo de la Industria de Defensa (EDIP) y al European Defence Fund (EDF) para cofinanciar tecnologías de defensa emergentes, investigación y desarrollo. El EDF, con un presupuesto cercano a 7.300 millones de euros para 2021 - 2027, apoya programas colaborativos entre estados miembros para proyectos de I+D.
No obstante, la escala de los recursos aún resulta modesta para las aspiraciones de seguridad del Continente. Al nivel de requerimientos y exigencia de los desafíos que, sólo ahora, comienza a enfrentar Europa, muy pronto los SAFE, EDIP, y EDF quedarán esquilmados si se ponen en funcionamiento como deben. Sólo el esfuerzo adicional presupuestario nacional de cada país podrá coadyuvar al desarrollo de tantas tecnologías y capacidades como se demanda. Los estados, garantes en origen de su propia seguridad, son los que deben soportar el peso específico de su defensa, más allá de que la UE articule instrumentos de financiación.
Por ahora, el “Muro de drones” no es más que un proyecto en fase conceptual. Aun cuando desde los comunicados oficiales se habla de lanzar una hoja de ruta técnica con expertos nacionales y arrancar operaciones en el plazo de un año, esto sigue siendo una estimación optimista. Es tiempo, antes de nada, de que los estados armen conceptos y evalúen la integración de las defensas con sus más inmediatos vecinos, todo ello sin dejar de lado el trabajo en la planificación de un muro multilateral.
Muchas de las piezas clave -normas de interoperabilidad, ejercicios conjuntos, estándares comunes de interceptación- deben aún desarrollarse desde cero. En ese sentido, las “grandes palabras” que acompañan al anuncio aún no se traducen en una capacidad concreta y desplegada. Es hora de trabajar. Hasta ahora, la UE articula todos sus grandes planes de defensa sobre una sola premisa: responder a las acciones de Rusia. No estaría de más tomar la iniciativa alguna vez, y alumbrar proyectos que se adelanten a los movimientos desestabilizadores de Moscú, para variar.
Jorge Estévez-Bujez
defensayseguridad.es