Mario López Vittori
La Guerra Hispano-Estadounidense de 1898, un conflicto breve pero transformador, marcó el declive de España como potencia imperial y el ascenso de Estados Unidos como actor global. Más de un siglo después, este episodio histórico sigue ofreciendo lecciones estratégicas valiosas cuando lo analizamos desde el realismo político, una perspectiva que prioriza el poder, los intereses nacionales y la competencia entre estados en un sistema internacional anárquico.
A continuación, exploramos siete lecciones clave de la Guerra del 98 y su relevancia para los desafíos geopolíticos de hoy.

El crucero Oquendo tras la batalla de Santiago de Cuba
1. La supremacía militar como pilar del poder
En 1898, España enfrentó a Estados Unidos con una armada reducida, concebida como defensiva, y mal preparada. El desequilibrio de inversión militar hacia el Ejército (85% del total) perjudicaba a la Armada, concebida en la Ley de Escuadra de 1887 con grandes cruceros y buques torpederos, siguiendo la doctrina defensiva de la Jeune Ecole, pero con una inversión insuficiente no solo para construir la escuadra, sino para el mantenimiento y el adiestramiento. Independientemente de los errores estratégicos y tácticos españoles, fuesen del Ministerio de Marina o de los mandos de las escuadras, las contundentes victorias estadounidenses en las batallas navales de Manila y Santiago de Cuba dejaron claro que la superioridad militar es decisiva en los conflictos. Los estados deben invertir continuamente en modernizar sus capacidades militares para disuadir amenazas y proyectar poder. Una armada defensiva, de entrada, falla en lo último.
La relevancia actual de esto tiene que ver con la carrera por la supremacía tecnológica entre potencias como Estados Unidos y China, con desarrollos en inteligencia artificial, ciberseguridad y armamento avanzado, refleja esta lección. Países que descuidan su capacidad militar corren el riesgo de perder influencia, como le ocurrió a España frente a un Estados Unidos emergente.
2. La narrativa como herramienta de poder
La prensa sensacionalista estadounidense de finales del siglo XIX, conocida como «yellow journalism», amplificó el sentimiento anti-español tras el hundimiento del USS Maine, justificando la intervención en Cuba y Filipinas. Aunque los intereses estadounidenses eran principalmente geoestratégicos (control de territorios clave), la narrativa pública facilitó la movilización social para la guerra.
En un mundo actual dominado por las redes sociales y la desinformación, las narrativas siguen siendo cruciales. Conflictos como el de Ucrania y Rusia muestran cómo los estados utilizan los medios para alinear la opinión pública con sus objetivos, aunque el realismo político subraya que las decisiones estratégicas suelen priorizarse por encima de las percepciones populares. Desde el realismo político, es esencial contar con ello, pues los objetivos de un país no dependen de que su causa sea justa o injusta, cada país busca sus intereses y debe contar con las herramientas para ello.

La infantería española en la Guerra del 98
3. Aprovechar las debilidades del rival
Estados Unidos capitalizó la decadencia del Imperio Español, que enfrentaba crisis de inestabilidad política, problemas económicos y rebeliones en Cuba y Filipinas. Esta oportunidad permitió a Washington expandir su influencia en el Caribe y el Pacífico, consolidándose como potencia global.
Relevancia actual: La lógica realista de explotar las debilidades ajenas persiste. Por ejemplo, China utiliza la llamada diplomacia de deuda en su Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Iniciative, BRI) para ganar influencia en países en desarrollo, ofreciendo préstamos para financiar proyectos de infraestructura (puertos, carreteras, ferrocarriles, etc.), pero con condiciones que pueden generar dependencia económica o política hacia China; mientras que Estados Unidos presiona a rivales mediante sanciones económicas. Los estados siempre buscarán desequilibrios de poder para avanzar en sus intereses.
4. Las alianzas como multiplicadores de poder
España, aislada diplomáticamente en 1898, carecía de aliados que contrarrestaran la creciente influencia estadounidense. Por su parte, Estados Unidos apoyó a los rebeldes cubanos y filipinos, debilitando aún más a su adversario. Las alianzas son esenciales para equilibrar el poder y evitar el aislamiento.
A día de hoy, la formación de bloques como AUKUS o el fortalecimiento de la OTAN ilustran cómo los estados modernos buscan aliados para contrarrestar a rivales como China o Rusia. Las alianzas amplifican el poder relativo y aseguran la supervivencia en un sistema competitivo. Esta lección no deben olvidarla ni siquiera las grandes potencias. Por supuesto, los aliados anteponen los intereses propios a los ajenos, pero esto es compatible con ser un buen aliado, no abandonándoles en la estacada.
5. El control de posiciones estratégicas
La Guerra del 98 no solo respondió a intereses económicos, sino también al deseo de Estados Unidos de controlar territorios clave como Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, que ofrecían acceso a rutas comerciales y bases navales. Este control marcó el inicio de su proyección como potencia global.

La presión mediática antes y durante el conflicto fue muy intensa por parte de la prensa amarilla norteamericana. Caricatura aparecida en medios estadounidenses.
En un contexto actual, la lucha por el control del Ártico, rico en recursos y nuevas rutas marítimas, o la competencia en el Mar del Sur de China reflejan la misma lógica. Las posiciones geoestratégicas siguen siendo esenciales para proyectar poder y garantizar la seguridad nacional.
6. Adaptarse al cambio en el orden global
La derrota de España en 1898 simbolizó el fin de una era imperial y el ascenso de Estados Unidos. Este cambio en el equilibrio de poder ilustra una verdad realista: el sistema internacional es dinámico, y los estados deben adaptarse para no quedar rezagados.
Se puede ver cierto paralelismo en el ascenso de China como potencia económica y militar, junto con la relativa declinación de la hegemonía estadounidense, señala un nuevo cambio en el orden global. Las tensiones actuales entre estas potencias recuerdan las dinámicas de competencia de finales del siglo XIX, donde los estados emergentes desafían a los establecidos.
7. Lecciones para España en la actualidad
La Guerra Hispano-estadounidense de 1898 expuso las debilidades de España, particularmente en su capacidad militar y naval, que resultaron en la pérdida de sus últimas colonias y un declive como potencia global. Desde la perspectiva del realismo político, estas lecciones son relevantes para la España contemporánea, especialmente en lo que respecta a la inversión en defensa y el papel estratégico de la Armada. A continuación, se presentan enseñanzas clave adaptadas al contexto actual:
• Priorizar la modernización de la defensa para mantener relevancia estratégica
En 1898, la debilidad de la Armada española fue un factor decisivo en su derrota frente a una armada estadounidense más moderna. Hoy, España debe invertir en capacidades de defensa avanzadas, incluyendo tecnología naval, ciberdefensa y sistemas de inteligencia, para garantizar su seguridad en un entorno geopolítico competitivo. Su doctrina de proyección de fuerza, es la adecuada, pero la inversión insuficiente en defensa (España gastó un 1,26% del PIB en 2023, por debajo del objetivo del 2% de la OTAN) limita su capacidad de disuasión y proyección de poder. Aumentar el presupuesto en defensa, especialmente en innovación tecnológica, es crucial para mantener una posición relevante en la OTAN y la Unión Europea.

Combate de Cavite, por Ildefonso Sanz Doménech
• Fortalecer la Armada como pilar de proyección geopolítica
La derrota naval en Manila y Santiago de Cuba evidenció que una armada débil compromete la capacidad de un estado para proteger sus intereses estratégicos. En la actualidad, la Armada española debe reforzarse para responder a desafíos como la protección de rutas comerciales en el Mediterráneo, el control del Estrecho de Gibraltar y la seguridad en el Atlántico. Proyectos como las fragatas F-110 y la modernización de la flota submarina (S-80) son pasos en la dirección correcta, pero requieren continuidad y financiación sostenida. Una Armada robusta no solo protege la soberanía nacional, sino que también permite a España proyectar influencia en regiones estratégicas como el Sahel o el Indo-Pacífico, donde colabora con aliados.
• Evitar el aislamiento mediante alianzas estratégicas
En 1898, España carecía de aliados significativos, lo que facilitó su derrota. Hoy, España ha aprendido parte de las lecciones: el aislamiento es catastrófico. Es miembro de la OTAN y de la UE, pero no basta con esto: debe aprovechar su posición en la OTAN y la UE para fortalecer alianzas que amplifiquen su poder relativo.
• La Armada ha aprendido una lección histórica
Una marina de guerra defensiva es un error para una potencia media, y no solo no proporciona disuasión, sino que es irrelevante como aliado. Con sus grandes fragatas, submarinos y por encima de todo, su grupo anfibio con proyección anfibia y también aérea limitada, desempeña un papel clave en operaciones conjuntas, como las misiones de la OTAN en el Mediterráneo o la lucha contra la piratería. Invertir en interoperabilidad con aliados y participar activamente en ejercicios navales conjuntos refuerza la posición de España como socio fiable, evitando el aislamiento estratégico.
• Proteger intereses marítimos en un mundo multipolar
La pérdida de territorios clave en 1898 subrayó la importancia de controlar posiciones geoestratégicas. España, con su extensa costa, territorios insulares (Canarias, Baleares) y una zona económica exclusiva significativa, depende de su Armada para proteger sus intereses marítimos. En un contexto donde potencias como China expanden su influencia naval (por ejemplo, en el Indo-Pacífico o África), España debe priorizar la vigilancia de sus aguas y la seguridad de rutas comerciales críticas, como las que atraviesan el Estrecho de Gibraltar, vital para el comercio europeo.
• Anticiparse a los cambios en el orden global
La Guerra del 98 marcó un cambio en el equilibrio de poder global, con el ascenso de EE. UU. y el declive de España. Hoy, el auge de potencias como China y las tensiones entre bloques (EE. UU., Rusia, UE) exigen que España se adapte al nuevo orden multipolar. Una Armada bien equipada y una inversión sostenida en defensa permiten a España no solo defender sus intereses, sino también contribuir activamente a la estabilidad europea y global, asegurando su relevancia en un sistema internacional en transformación.

Soldados del Regimiento Navarra
Conclusión
La Guerra Hispano-estadounidense de 1898 no es solo un capítulo histórico, sino un recordatorio de las dinámicas del poder que siguen definiendo las relaciones internacionales. Desde la importancia de la preparación militar y las alianzas hasta el uso estratégico de narrativas y la explotación de debilidades, estas lecciones resuenan en la competencia global de hoy. En un sistema internacional anárquico, los estados que anticipan y se adaptan a los cambios en el equilibrio de poder son los que prevalecen.
Para los líderes actuales, la Guerra del 98 enseña que la supervivencia y el éxito dependen de una gestión estratégica del poder, la vigilancia constante de los rivales y la capacidad de proyectar influencia en un mundo en constante cambio. En un entorno donde la tecnología, la información y la geopolítica evolucionan rápidamente, estas lecciones son más relevantes que nunca.
Para España, la lección central de 1898 es clara: una defensa sólida, con una Armada moderna y bien financiada, es esencial para proteger la soberanía, proyectar influencia y evitar ser superada en un contexto geopolítico competitivo. La inversión en capacidades navales y tecnológicas, junto con una diplomacia activa dentro de la OTAN y la UE, permitirá a España aprender de su pasado y posicionarse como un actor relevante en el siglo XXI.
Mario López Vittori
defensayseguridad.es

