En la última década, Suecia ha experimentado una escalada de violencia sin precedentes, marcada por tiroteos, explosiones y un aumento significativo de actividades delictivas vinculadas a bandas criminales.

Los problemas se agolpan: la droga, los grupos criminales nacidos al abrigo del tráfico de armas y estupefacientes, el difícil encaje migratorio y la inacción de unas autoridades a las que le ha estallado en la cara un tormenta para la que no estaban preparadas, y que no están sabiendo enfrentar, está derrotando las bases cívico-sociales escandinavas.
La percepción internacional de un país conocido por su estabilidad y seguridad ha sido arrasada, y no hay quien mire las estadísticas suecas sobre seguridad sin un gesto de estupefacción. Este documento analiza en las causas, los actores involucrados, las estadísticas y las respuestas de las instituciones suecas ante esta crisis.
Desde 2018, Suecia ha sido testigo de un aumento alarmante en incidentes violentos. Según datos recopilados hasta febrero de 2025, se han registrado aproximadamente 2.800 incidentes armados, resultando en 385 fallecidos y al menos 930 heridos. Estas cifras podrían parecer modestas en comparación con gran número de países envuelto en una violencia sistemática, pero, tratándose de Suecia, con una población de sólo 10 millones de habitantes y un nivel de prosperidad altísimo, son cifras mareantes. En 2024, se documentaron cerca de 300 tiroteos, con un saldo de 44 muertos y 66 heridos. Además, durante enero de 2025, se reportaron alrededor de 30 ataques con explosivos, lo que representa un promedio de uno diario. Estas cifras colocan a Suecia en una posición destacada en Europa en términos de violencia armada, con una tasa de cuatro muertes por millón de habitantes, mientras que la media europea es de 1.6.

Orígenes de la violencia:
Bandas criminales y narcotráfico: El leitmotiv del asunto. Las bandas compiten por el control del mercado de drogas, como en cualquier lugar donde se asientan, lo que ha derivado en enfrentamientos armados y ajustes de cuentas casi a diario. Las calles ya no son seguras en barrios, otrora, tranquilos y apacibles.
Marginalidad y no integración: entre la población inmigrante de menor edad se ha impuesto una percepción de marginación, que ha facilitado el reclutamiento de jóvenes por parte de organizaciones criminales. El desarraigo, el fácil acceso a las drogas y la incapacidad de las autoridades para embridar un fenómeno que desconocían, han favorecido la ley del salvaje oeste.
Reclutamiento de menores: La edad de responsabilidad penal en Suecia es de 15 años, lo que ha llevado a las bandas a utilizar adolescentes para cometer delitos graves. Es mucho más sencillo para estas bandas reclutar chavales para actos violentos que jugarse penas de cárcel entre sus miembros adultos. Los chicos llevan a cabo gran parte de los trabajos sucios que implican la violencia con armas, explosivos, asaltos, robos, extorsión…
Actores clave: bandas y nacionalidades.
Entre las bandas más destacadas se encuentran «Dödspatrullen» y «Shottaz», ambas involucradas en enfrentamientos violentos por el control territorial y del mercado de drogas. Aunque las bandas están compuestas principalmente por individuos nacidos en Suecia, muchos de ellos son hijos de inmigrantes de primera o segunda generación. La extrema violencia que son capaces de desplegar contrasta con una sociedad tradicionalmente pacífica y sensiblemente incapaz a comprender este tipo de fenómenos.

Respuesta institucional:
La policía comenzó haciendo lo que se esperaba de ella, sin destellos de originalidad. Intensificó esfuerzos para combatir la violencia con operativos específicos y una mayor presencia en zonas conflictivas. Pero, hasta el momento, la respuesta policial no da los frutos esperados. El control de los antiguos barrios prósperos no se está consiguiendo, y la policía enfrenta desafíos para los que no estaba preparada, pero para los que, después de casi una década, la sociedad ya esperaba que hubiera podido responder eficazmente.
El sistema judicial está colapsado en la práctica. La saturación de las prisiones ha llevado al gobierno a considerar el envío de presos a cárceles en el extranjero. La sobrepoblación de los centros penitenciarios ha dado como resultado otro problema: el de las cárceles donde las mismas bandas que actúan en las calles ejercen un control de facto sobre la población reclusa.
Los políticos han propuesto reformas legales para endurecer las penas y evitar el reclutamiento de menores por las bandas criminales. No es muy original, pero tampoco se espera que los gobernantes hagan un «bukele». Son medidas que deberían ver frutos en el corto-medio plazo, pero cuya implantación lleva unos tiempos que, quizá, son demasiado largos desde la perspectiva de los ciudadanos de a pie.
El Ejército está siendo considerado como una solución cortoplacista. Se ha debatido abiertamente la posibilidad de involucrar a las fuerzas armadas en operaciones de seguridad interna. Aunque lo cierto es que este recurso, que puede parecer útil a simple vista, rara vez se demuestra eficaz. El adiestramiento de las fuerzas armadas no está diseñado para mantener el orden callejero ni luchar contra bandas de delincuentes armados. Escenarios donde ya se ha experimentado en ese sentido, como Francia o Gran Bretaña, no han arrojado resultados concluyentes. La milicia en las calles ofrece una sensación de aparente seguridad, pero poco más. No es su cometido, ni su naturaleza.
La opinión pública y la percepción ciudadana general de la sociedad sueca se encuentran profundamente afectadas por la ola de violencia. La inseguridad ha aumentado hasta lo inaceptable y existe un clamor generalizado por soluciones efectivas que aborden tanto las manifestaciones violentas, como las causas subyacentes de la criminalidad. Los ciudadanos exigen una acción coordinada y decidida por parte de las autoridades para devolver la paz y seguridad al país. Pero no hay recetas rápidas para el cóctel de criminalidad que invade Suecia. Trabajo policial, judicial, legislativo, familiar y educacional deben coordinarse. Es fácil decirlo pero, en la mayoría de estas traumáticas situaciones, han sido años de erráticas políticas sociales, escolares y de seguridad las que han llevado a este colapso. No hay un sendero despejado y veloz que devuelva la normalidad en cuestión de meses o unos pocos años.
Ebujez
defensayseguridad.es


2 respuestas
La solución a este problema está disponible y al alcance de la mano. Lo único que tienen que hacer es cruzar el Puente de Øresund y copiar las políticas de su antigua metrópoli. ¿Para eso fue que Suecia se independizó de Dinamarca? ¿Para estar en caos quinientos años después?
Mal, Gustav Vasa, muy mal…
Hace falta una política criminal proactiva y unas unidades de seguridad y defensa interconectadas.
Mientras se mantenga la compartimentación estanca…pues mal vamos