Del pacifismo constitucional al realismo industrial: Japón prepara su entrada en el mercado global de armas letales

Donald Trump y la primera ministra Sanae Takaichi. Foto: POOLAP
Hace apenas una década habría sido impensable: el gobierno japonés planea eliminar en 2026 las últimas restricciones que impiden la exportación de armamento letal, culminando un cambio doctrinal que redefina el papel del país en el tablero industrial y militar internacional. El paso no es menor: Japón quiere dejar atrás un modelo exportador limitado a equipos “no letales” —transporte, rescate, vigilancia, alerta temprana y desminado— y se adentrará en el mercado global de armas con ambiciones industriales y geopolíticas explícitas. Pero el camino ya se ha empezado a construir: las fragatas Mogami para Australia han sido el entremés de esta nueva política.
Así pues, no se trata de una filtración aislada ni de un globo sonda del ejecutivo de Fumio Kishida. Son muchos ya los medios que adelantan lo que está pronto a materializarse: The Japan Times, Nikkei Asia, The Mainichi y Japan Today han venido detallando el consenso que toma forma dentro del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) y sus socios de coalición. La reforma permitiría la exportación de sistemas ofensivos a países aliados, bajo un régimen de autorizaciones controladas, con la habitual coletilla: evitar contribuciones a conflictos armados o violaciones de derechos humanos. El margen de interpretación, como siempre, será político.
De la doctrina pacifista a la realpolitik industrial
Para entender este movimiento hay que volver a 2014, cuando el entonces primer ministro Shinzo Abe rompió el tabú fundacional del Japón de posguerra, abriendo la puerta a ventas militares en contextos de cooperación internacional. Más tarde, entre 2023 y 2024, el país aceleró su implicación con socios estratégicos, autorizando transferencias puntuales como los misiles Patriot enviados a EE. UU. (con destino indirecto a Ucrania) o el desarrollo conjunto del caza de sexta generación junto a Reino Unido e Italia.
No eran casos aislados. Eran ensayos.
El objetivo de fondo es doble: blindarse ante el deterioro del entorno regional —China y Corea del Norte mediante— y sacar del estancamiento a una industria de defensa cautiva del mercado doméstico, lo que la ha hecho subsidiaria de la tecnología norteamericana durante décadas. Mitsubishi Heavy Industries, Kawasaki Heavy Industries y otras firmas históricas miran ya hacia nuevos horizontes: Filipinas, Australia y, más discretamente, ciertos países europeos. La lógica es clara: si no hay volumen interno, habrá que exportar.
Según Nikkei Asia, el PLD ve esta liberalización como catalizador para hacer competitiva una base industrial asfixiada por décadas de dependencia estatal. El diario The Mainichi, con más cautela, recuerda en un editorial la necesidad de mantener barreras éticas claras: ¿cómo evitar que armamento “made in Japan” acabe en guerras injustificadas o represivas?
En cualquier caso, la idea de suministrar material ofensivo a países bajo “amenaza directa” empieza a dejar de ser anatema.
Una disuasión más «cuadriculada»
El nuevo estilo industrial exportador alinearía a Tokio con la estrategia de disuasión compartida del Quad (EE. UU., Japón, India, Australia), apuntando directamente al freno del expansionismo chino en Asia. Todo lo cual concreta el movimiento nipón en un hecho en absoluto aislado: es parte de un rediseño coordinado, del que también forman parte el fortalecimiento de bases estadounidenses en suelo nipón (a pesar de que existe el debate nacional sobre un posible relajamiento de Washington en suelo japonés) y el aumento sostenido del gasto militar japonés (ya cercano al 2% del PIB).
Sin embargo, dentro del país la resistencia no ha desaparecido. El Partido Constitucional Democrático y sectores de la opinión pública insisten en que esta reforma erosiona los principios pacifistas inscritos en la Constitución, y que podría alimentar dinámicas de escalada armamentística en la región.
Lo cierto es que, pese a la distensión exportadora, seguirá habiendo vetos a destinos inestables—, pero lo cierto es que el potencial exportador japonés podría pasar de la marginalidad actual a cifras propias de media potencia armamentística.
Sin nota oficial… aún
El Ministerio de Defensa nipón no ha emitido ningún comunicado formal, pero fuentes del PLD ya anticipan que la propuesta será debatida en la Dieta (Parlamento) en los próximos meses. En cierto modo, no se tratará sólo de exportaciones: se estará reescribiendo una doctrina que ha definido la identidad de Japón desde 1947 y que, por fuerza de los hechos, del entorno, parece destinada a cambiar.
Un Japón exportador de armamento a gran escala puede acelerar la redefinición del mercado oriental en cuanto a la arquitectura de seguridad regional y global. No sólo en términos de equilibrio militar, sino en la relación entre industria, política y diplomacia.
La cristalización de una tendencia que Japón ha ido madurando durante años, entre presiones externas e intereses internos, puede estar pronta a llegar. La narrativa pacifista ha perdido terreno frente a una lógica de autonomía tecnológica, rearme selectivo, presión china y cooperación aliada. Asia está cambiando, y uno de sus principales actores, largo tiempo ausente, parece estar dispuesto a subir a lomos de los nuevos dictados del rearme y el desarrollo industrial militar.
Jorge Estévez-Bujez
defensayseguridad.es


Un comentario
Me parece a mí que está señora nos va a tener entretenidos y nos dara días de gloria. Peculiar es un adjetivo corto para definirla.