El «Día de la Victoria en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Segunda Guerra Mundial»: La paz según China frente a los preparativos de guerra en el Indo-Pacífico
El próximo 3 de septiembre, la República Popular China celebrará, como cada año desde 2014, el “Día de la Victoria en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Segunda Guerra Mundial”, una conmemoración cargada de simbolismo político, nacionalista y geoestratégico. El evento, que incluirá un mastodóntico desfile militar en Pekín, será proyectado por la propaganda oficial como una reafirmación del compromiso de China con la paz, la justicia internacional y la oposición a la hegemonía global, un estudiado guion en línea con la imagen que Pekín quiere transmitir al mundo. Sin embargo, esta retórica contrasta de forma creciente con la realidad operativa y doctrinal que desarrolla el Ejército Popular de Liberación (EPL): una preparación sistemática para un conflicto regional, probablemente centrado en Taiwán, en un horizonte de 5 años como máximo.

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Los medios estatales y afines al discurso oficial, como Xinhua y portales alineados internacionalmente como Mundo Global, ya adelantan que el desfile hará hincapié en la supuesta vocación pacífica de China, su papel en la derrota del fascismo en Asia y su rechazo a toda forma de intervencionismo unilateral. Se evocarán los sacrificios del pueblo chino durante la Segunda Guerra Mundial y se reforzará la narrativa del Partido Comunista como garante de la soberanía y la estabilidad nacional. Un producto perfectamente envuelto y listo para ser consumido-
Estos días también estamos teniendo la oportunidad de echar un ojo a otras publicaciones, acaso más analíticas y razonables, como The Diplomat, que han anticipado que la conmemoración será empleada como instrumento para renovar la cohesión interna y reforzar el relato de la «gran revitalización de la nación china», núcleo ideológico del mandato de Xi Jinping. No obstante, incluso este enfoque más neutral evita confrontar directamente el hecho central: mientras proyecta un mensaje de paz, China se rearma con una celeridad y una intención que difícilmente pueden interpretarse como defensivas.
La paradoja china: paz en el discurso, guerra en la planificación
Los preparativos militares de China no son especulación ni alarmismo: son datos verificables. La modernización del EPL -estructurada desde 2015 con reformas profundas en mando conjunto, capacidades anfibias, guerra electrónica, misiles balísticos y despliegue naval- se orienta abiertamente a consolidar una fuerza capaz de operar más allá del litoral, proyectar poder regional y eventualmente ejecutar una campaña militar sobre otros territorios, especialmente Taiwán, para el que los ensayos recurrentes sobre su invasión están más que elaborados y practicados.

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El almirante John Aquilino, actual comandante del Indo-Pacific Command, ha afirmado en repetidas ocasiones que China podría estar en condiciones militares de invadir Taiwán «antes de 2027», aunque ha subrayado que ello no implica una decisión tomada. Esta fecha, sin embargo, no es arbitraria: coincide con el centenario de la fundación del EPL, un hito que el propio Xi Jinping ha señalado como meta simbólica para completar la «modernización de las fuerzas armadas». Hace año y medio, de forma totalmente clarificadora pudo escuchársele decir: «Todos los indicios apuntan a que el Ejército Popular de Liberación está cumpliendo la directiva del presidente Xi Jinping de estar preparado para invadir Taiwán en 2027.»
Por su parte, el general retirado Ben Hodges, excomandante del Ejército de Estados Unidos en Europa, ha también advertido que la postura de China en el Estrecho de Taiwán ya ha cruzado el umbral de la disuasión pasiva. Para Hodges, las maniobras cada vez más frecuentes alrededor de la isla y el uso intensivo de operaciones en la «zona gris» -presión constante sin recurrir al combate abierto- constituyen los preludios doctrinales de una campaña más agresiva.
Taiwán: del símbolo a la línea roja
Taiwán no es una cuestión secundaria en la estrategia de seguridad de China: es el epicentro, el leitmotiv de su argumentario nacionalista. El PCCh ha reiterado que la «reunificación completa» es parte de su proyecto histórico. La Ley Antisecesión de 2005 establece con claridad que, si los canales pacíficos se agotan o si se produce una declaración de independencia formal, el uso de la fuerza está autorizado por ley.
Todo indica que el desfile del 3 de septiembre, como los anteriores y los que vendrán, buscará preparar psicológicamente a la población para una nueva fase del conflicto: no ya el diferendo diplomático, sino la legitimación nacional de una acción coercitiva o incluso militar. Bajo el manto de la conmemoración histórica, el PCCh consolidará el relato de que la «liberación» de Taiwán no sólo es inevitable, sino moralmente justa, incluso para los propios taiwaneses.
Frente a esta narrativa, líderes occidentales han comenzado a elevar el tono. El entonces secretario de Defensa de EE.UU., Lloyd Austin, señaló en 2023 que «la coerción militar de China contra Taiwán ha alcanzado niveles sin precedentes» y que cualquier acción unilateral tendría consecuencias severas. Podemos continuar con la retahíla de personalidades, militares, analistas y políticos que viene advirtiendo sobre la próxima situación de deflagración a que nos enfrentaremos si la disuasión falla. En clave europea, la ex-ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, declaró que “la paz en el Estrecho de Taiwán es vital para Europa, no sólo para Asia”, en referencia a la dependencia europea del comercio y de la industria de semiconductores taiwanesa.

Carros M-60 del Ejército de Taiwán ensayando el rechazo a las fuerzas de invasión chinas en la línea de un acantilado
Occidente observa, pero no acelera
Pese a estas advertencias, la respuesta occidental ha sido, y será, irregular; al menos en el corto plazo. Iniciativas como el AUKUS, la intensificación de patrullas en el Mar de China Meridional o los ejercicios conjuntos con Japón, Australia y Filipinas, muestran preocupación. Pero falta aún una estrategia cohesionada que disuada efectivamente a Pekín. Mientras EE.UU., Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda hacen preparativos inequívocos para la contención y, llegado el caso, la guerra, Europa aún está esposada a los designios del Kremlin, presa de una guerra demasiado larga y de resultado, por desgracia, cada vez más predecible.
El almirante Philip Davidson, predecesor de Aquilino en el Indo-Pacific Command, ya advertía en 2021 que “la amenaza de un conflicto en el Estrecho de Taiwán se está acelerando y debe ser tratada con urgencia”. Su evaluación del horizonte 2027 no es nueva, y ha sido recogida por múltiples analistas como un plazo crítico en el que China podría ver una ventana de oportunidad antes de que el equilibrio regional se estabilice a su favor.
Desfile hacia la confrontación

Nadie duda de las capacidades de Pekín para organizar grandes fastos y desfiles. Quizás éste será el más espectacular de los habidos hasta ahora
Cuando China desfile este 3 de septiembre bajo el estandarte de la paz y el antifascismo, será esencial distinguir entre el mensaje que transmite y la realidad que ejecuta. El «Día de la Victoria en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Segunda Guerra Mundial» es tanto una conmemoración como una declaración de principios del régimen: principios que, en su práctica, colocan la supremacía del Partido por encima del derecho internacional, la soberanía de Taiwán y la estabilidad del Indo-Pacífico.
Occidente haría bien en no dejarse seducir por la estética del desfile ni por el lenguaje diplomático cuidadosamente calibrado de Pekín. Las guerras no comienzan con declaraciones, sino con acumulaciones de poder, legitimación interna y una narrativa que presenta la agresión como justicia. En ese sentido, lo que se verá dentro de unos días en Pekín no será un desfile por la paz, sino un ensayo simbólico hacia una guerra que China cree poder ganar, si el mundo libre no responde con claridad, unidad y disuasión efectiva.
Redacción
defensayseguridad.es

