
De repente, el planeta puede esperar
A nadie se le escapa el tiempo convulso en que vivimos. Ni siquiera los menos propensos a reconocer la turbadora realidad del presente, desde la óptica de la defensa de las sociedades occidentales, ignoran ya un peligro que prefirieron no ver.
Razonablemente disuadidos de que las amenazas prosperan ante nuestros ojos, Europa parece querer tomar nota y no perder la vez. Mientras los grandes actores internacionales siempre tuvieron conciencia de quiénes eran, cuál su papel y cómo debían ser sus fuerzas armadas, Europa prefirió echarse a un lado y no pisar el terreno marcial donde las potencias globales se desempeñaban desde siempre. Era mejor, y esto es algo que ya se ha repetido hasta lo saciante, emplear discursos y recursos en la nueva política de gestos amables al planeta y construir un dogma universal sobre, por qué no decirlo, lo desenfrenadamente turbio y obsesivo en torno la Agenda 2030.

Trump, la paz y el miedo
Así las cosas, tuvo que ocurrir lo de siempre, la guerra, para que el primer toque de atención sucediera. Hace 3 años, cuando comenzó la invasión de Ucrania, Europa se estremeció, pero sin perder la compostura. Apoyos, préstamos, envíos de material, cumbres y muestras de afecto sirvieron para mantener el decoro y lavar la conciencia europea durante ese tiempo. Pero, y ahora viene lo extraño, fue la posibilidad de la paz entre Rusia y Ucrania, acompañada de la elección de Trump al otro lado del Atlántico lo que ha removido a los gobiernos del Viejo Continente. La perspectiva de la paz, auspiciada por un personaje estridente que juega sus cartas como si viera las del resto, pareció estar cerca de concretarse… pero sólo pareció. Bastó la mera posibilidad para que la paz, injusta o aceptable; débil o duradera, se impusiera, para retorcer los acongojados corazones europeos. Era como si, de repente, el abusón dejara de pegar al de siempre, el miedo cambiara de acera e inundara los hogares de la Unión, los hogares de quienes contemplaban la pelea, atemorizados de ser los siguientes. Y puede que haya algo de verdad en ello, pero aún es pronto para saberlo.
La Europa de los dos últimos meses ha querido hacer un cursillo acelerado por fascículos, casi diarios, del buen recluta. Ha pasado de los planes energéticos contra la energía nuclear, al apoyo casi unánime a la misma; del castigo fiscal a las empresas de armamento contaminantes, a idear formas de financiación de la defensa con inversión privada de ciudadanos y aliviar la carga burocrática para fabricar sistemas de armas; de alzar la Agenda 2030 al Olimpo de lo sagrado, a promover la Agenda del Rearme 2030. De la noche a la mañana, todo es poco para favorecer lo que, de manera natural, debiera ser una obligación de cualquier sociedad: dotarse de una defensa creíble para ser capaz de sobrevivir por sí misma.

La verdad se impone
Pero, aunque pudiera parecer que la clase política europea ha entendido de qué va ésto de ser alguien en el escenario internacional, no ha sido tanto así. Días después de que Úrsula Von der Layen, a la sazón presidenta de la Comisión Europea, anunciara su Agenda Rearme 2030, se vio obligada a cambiar el nombre de la misma para no herir sensibilidades. En una demostración más de dónde raya el nivel de los políticos europeos, la Comisión, tras las críticas de los gobiernos de España y de Italia al uso del término “Rearme”, consintió matizar su ardor guerrero. La portavoz de la Comisión, Paula Pinho, zanjó así la cuestión: «Somos sensibles al hecho de que el nombre como tal pueda suscitar cierta sensibilidad en algunos Estados”.
Sensibles, sensibilidad… exactamente el vocabulario del soldado, el acicate para la tropa, los ingredientes que marcan el paso ante las amenazas y moldean las conciencias para enfrentarse al peligro.
La Comisión, consciente del “problema”, alumbró un nuevo enfoque: Plan Preparados 2030.
Es un hecho que la mayoría de sociedades occidentales (Australia, Japón y Nueva Zelanda caben en este saco) están psicológicamente disminuidas para enfrentar una guerra. Décadas de paz han apagado los fuegos de Marte y alumbrado países donde la prosperidad material ha secado el nervio natural por la supervivencia. Es, por tanto, un esfuerzo mayor que el que los políticos han sido capaces de medir, el que habría que hacer para convencer a millones de ciudadanos de que deben estar dispuestos a arriesgar mucho por su libertad, y a pagar por ella. Cambiar Rearme por Preparados, el fusil por el clima, ha sido el colofón europeo a un par de meses de coloquio infantil y timorato. Durante este tiempo, docenas de políticos europeos, por lo general absolutos desconocedores de la realidad de la guerra y del peligro de no estar preparado para ella, han decidido cómo será nuestra preparación para el combate durante los próximos 4 años… Porque, claro, hasta los plazos para dotarse de lo necesario han de ser concretados, haciendo ver las vergüenzas temporales en que andamos. Nada mejor que decir a los enemigos cuándo crees que estarás preparado para la guerra para que nunca te dejen llegar a estarlo.
Ebujez
defensayseguridad.es


2 respuestas
Formidable artículo ,el buenismo enfermizo europeo que nos llevó a la II Guerra Mundial,no aprendemos preferimos comulgar con ruedas de molino antes de meter el bisturí a tiempo .Me encanta esta página,un saludo .
Muchas gracias por tu apoyo, Arturo. Necesitamos seguir mejorando y creciendo.