
SM el Rey don Felipe VI y la princesa doña Leonor en el día nacional de España
El sábado 21 de junio de 2025 quedará grabado en la memoria de Ceuta como una jornada simbólica de profunda carga institucional. En un acto de discreción estricta, la princesa doña Leonor, heredera al trono, desembarcó en la ciudad autónoma como parte de su formación militar, convirtiéndose en la primera miembro de la Familia Real en pisar Ceuta desde noviembre de 2007, cuando los reyes don Juan Carlos y doña Sofía pisaron suelo ceutí por última vez. Acompañada por sus compañeros guardiamarinas, Leonor arribó a bordo de la fragata Blas de Lezo (F-103), precedida casi simultáneamente por el buque Juan Carlos I, marco elegido para ese momento histórico.
Desgraciadamente para los habitantes de la ciudad norteafricana, la visita se desarrolló en un ambiente estrictamente privado. Leonor participó en una de las tradiciones más arraigadas del ejército español: el solemne “Sábado Legionario” en el acuartelamiento García Aldave, donde guardó honores como un cadete más mientras resonaba el “Novio de la muerte”. Fueron instantes breves, pero cargados de significado: la heredera, en uniforme, caminando junto a sus colegas en formación militar, rindió tributo a los caídos. Para Ceuta, una ciudad siempre en el foco de la polémica con Marruecos, pero en el dique de la identidad y la soberanía, aquello representó un acto de reafirmación institucional y de unidad nacional.
Con esta presencia, como decíamos, Ceuta no solo recuperó un vínculo dinástico con la Corona, sino que cerró un período de 18 años sin visitas reales desde la de los reyes, ahora eméritos, ocurrida el 5 de noviembre de 2007. Aquella efeméride congregó a decenas de miles de ceutíes, recogidos por una significativa emoción y conscientes de la relevancia diplomática del momento. Como contrapartida, la presencia real provocó una brusca reacción por parte de Marruecos, que retiró su embajador 65 días después de la visita. Ahí, todos lo sabemos, está la razón de las tan contadas visitas reales a las ciudades norteafricanas: la irritante respuesta de Rabat cuando la Corona hace suelo y gentes en las tierras que enseñorea, como no debería ser de otro modo.
Ahora, la princesa doña Leonor ha remplazado a sus abuelos en un gesto de continuidad histórica, aunque se echa en falta cubrir el salto generacional y cumplir con la necesaria visita oficial de los reyes, don Felipe VI y doña Letizia. El caso es que, de alguna manera, el gesto no deja de ser un aditamento que quiere reforzar el vínculo de la monarquía con las tierras españolas más en entredicho por poderes e intereses externos -e internos-.
En lo meramente protocolario, la visita tuvo lugar dentro del programa de instrucción naval de Leonor, embarcada en la Blas de Lezo como parte del ejercicio Sinkex-25, llevado a cabo frente a Canarias entre el 15 y 16 de junio. En esas maniobras, la princesa fue testigo de ejercicios con fuego real por los buques de la Armada, incluyendo el estreno del submarino Peral en el disparo de sus torpedos.

La Blas de Lezo a su llegada al puerto de Ceuta. Foto: Cristian Marfil
Su presencia en García Aldave, junto con una recepción de autoridades locales -sin cobertura mediática- reafirmó que se trataba de una visita de naturaleza institucional y discreta. Esa ecuación entre formación militar y respaldo privado de Estado ha dado al acto una dimensión tanto personal como institucional, pero ha orillado el necesario carácter político y social que habría sido del gusto de los habitantes de Ceuta.
El recibimiento ciudadano respondió con orgullo y normalidad, hasta donde le fue posible. Para una ciudad que desde 2007 no siente los pasos reales, la llegada de Leonor supuso, en general, un balsámico ejercicio de apoyo institucional.
El contraste con 2007 resulta inevitable: aquella visita de Juan Carlos I y Sofía, de mayor tamaño y exposición pública, derivó en una tensión diplomática con Marruecos y en un decaimiento de relaciones con el vecino alauí. No cabe esperar la misma respuesta por parte de Rabat a raíz de la visita de doña Leonor, pero todo es posible en diplomacia.
La joven doña Leonor hace gala de un perfil moderado y de respetuoso aire marcial, lejos de asperezas políticas ni ruidos diplomáticos, al igual que su padre. Por el momento, los actos de ayer no parecen haber generado las habituales tensiones y no se esperan airados comunicados por parte de la cancillería marroquí, ya que el carácter de la visita no induce a ello. Pero podría ser que estemos equivocados y que, precisamente la naturaleza militar y simbólica de la visita en el Sábado Legionario, favoreciera la acostumbrada reacción adversa del gobierno de Mohamed VI.
Doña Leonor sigue afianzando los pasos de su formación marcial. Ahora es el tiempo de la Armada; el año anterior lo fue del Ejército de Tierra, y la siguiente escala será en la Fuerza Aérea. El relevo generacional en el Trono aún queda lejos -si la naturaleza sigue su cauce-, pero el entronque de doña Leonor con todas sus obligaciones ha comenzado cuando debía. La formación de una reina no es asunto baladí ni debe tomarse a la ligera. Aunque de perfil bajo, su visita cobra fuerza por su esencia, y tan importante es su estancia a bordo de los buques de la Armada, como allá donde más necesarios son los gestos, donde el sentimiento de soledad es más acuciante. Así, la visita de doña Leonor, aunque esquiva para la prensa, debe buscar sostener ese puente emocional con España en cualquiera de sus ciudades, villas y fronteras, por muy delgadas y sensibles que sean.
Abordamos la hondura histórica de estos acontecimientos porque, efectivamente, le hemos dado un cariz tan simbólico a fuerza de su escasez. Hacer historia con una visita tiene que leerse, por desgracia, como una anomalía. Hace tiempo que perdimos la naturalidad, la mano y hasta la vez, en nuestra relación con Marruecos. Las largas ausencias Reales no son sino muestra de unos gestos medidos hasta la cuántico para no enturbiar relaciones ni desatar el verbo brusco y el tono levantisco del ofendido. Pero esto es algo que no está en manos de doña Leonor cambiar.
Sea como fuere, ayer Ceuta se sintió España, si es que no lo hace cada momento. Y en ella, la Corona volvió a hacer historia.
Ebujez
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