El rey don Felipe VI embarca en el submarino Isaac Peral y baja a cota máxima.

foto: Armada. SM el rey don Felipe VI en el Isaac Peral
Hemos estado tan cerca de perder la capacidad submarina, que sólo pensarlo produce escalofríos. Obvio es que no todo el mundo piensa de igual manera, por eso mismo, quizás, es obligación de quienes estábamos francamente preocupados, el ahondar en la noticia, para mayor relato del peligro que suponía no poseer un instrumento de poder y política de primer orden.
Ahora que las aguas vienen calmas, y el S-81, Isaac Peral, se desliza sigiloso por nuestros mares territoriales, y por los que se le ordenen, es tiempo de felicitarse, pero no de caer en la complacencia. Falta mucho por hacer, quillas por colocar y dotaciones que adiestrar – a ser posible más de las previstas-.

foto: Armada
La visita de Su Majestad, el rey don Felipe VI, ayer a Cartagena, al disminuido Arsenal donde moran los dos únicos submarinos de que dispone la Armada, fue el momento jubilar que cerró los más de 30 años de sinsabores del programa S-80 (plus). Era como si el monarca llegara para certificar que el invento funciona, y hacer regia sanción del prodigioso aparato que tanto ha costado sacar adelante.
Las burlas de algunos, las dudas de muchos, el miedo de casi todos… No han sido pocos los momentos en que todo estuvo a punto de irse por el sumidero. En cualquier caso, no es intención de esta columna el volver sobre los problemas pretéritos, sino dar vivaz salida a la alegría y la saludable emoción que ha provocado en muchos de nosotros ver al rey a lomos del Peral. No tanto por el hecho de la presencia física del monarca en el sumergible, sino por el significado de la misma, más allá de lo meramente divulgativo y el apunte documental para la historia.

foto: Navantia
Estamos en la reinvención del Arma Submarina española, lo cual no es hablar en términos menores. De lo que salga en adelante de los astilleros cartageneros dependerá gran parte de nuestra seguridad en los decenios siguientes. No es tiempo, decía antes, de saldar cuentas ni ajustarlas en un día como éste. Tiempo habrá, aunque quizás no lugar.
Se trataba, ahí es nada, de hacer bajar al rey a la cota máxima operativa del submarino. Es de agradecer la buena disposición de don Felipe, y no es menor el gesto para con la Armada y la Flotilla de Submarinos. Y es así, porque han sido de tal calibre las contrariedades del proyecto S-80, que lograr subir a bordo al rey, y que no muestre la menor objeción a que le metan un buen puñado de atmósferas de presión, merece un comentario de elogio como este.
En un invento del que, hasta hace dos días, la mayoría se mofaba y tenía más que legítimas dudas de su viabilidad y flotabilidad, don Felipe llegó y dijo: –Venga, abajo con él, chicos.
Y así fue: la dotación y su rey; el Peral y sus marinos. A una, ad utrumque paratus.

Después de todo, siempre amanece de nuevo.
PD: mañana, 22 de mayo, se conmemoran los 130 años de la muerte del ilustrísimo Isaac Peral.
Ebujez
defensayseguridad.es

