Más allá del acero y los cañones, ¿está el marino?

La cuestión del personal: claves para una marina de guerra a futuro. No es sólo Armada 2050

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Anotaciones sobre los artículos del almirante R. Garat (r) y el coronel (r) de Infantería de Marina, López Díaz 

En el nº39 de los Cuadernos de Pensamiento Naval, el almirante (r) Juan Rodríguez Garat presentaba un análisis profundo y preciso sobre uno de los pilares más críticos de la eficacia militar: el personal. Bajo el título «La cuestión del personal«, el autor reflexiona sobre los retos actuales y futuros que enfrenta la Armada en la gestión de sus recursos humanos, proponiendo un modelo de mejora gradual hacia una “Armada excelente” en el horizonte 2050. En DYS no renunciamos a que este tema siga vigente, se debata y sea central en todas las cuestiones relativas al futuro de nuestra Institución naval.

La hipótesis central: el problema del hombre seguirá siendo el mismo

Sumidos en el fragor de una futura Armada que vuela de pluma en pluma con propuestas de todo corte y tenor, se olvida fácilmente el «factor marino«, pero en clave personal, no en el sentido del ámbito naval (marino). Rodríguez Garat parte de una tesis contundente: a pesar de los avances tecnológicos y cambios sociológicos, las necesidades fundamentales en materia de personal se han mantenido constantes en los últimos 30 años, y seguirán siendo esencialmente las mismas en las próximas 3 décadas, exactamente las mismas (Armada 2050) para las que se vienen vertiendo toda suerte de los estudios y propuestas que mencionamos más arriba. El almirante realiza un ejercicio de «prospectiva inversa», comparando la situación del año 1996 con la actual, y concluye que la disponibilidad, la formación y la motivación seguirán siendo los 3 ejes sobre los que debe construirse la excelencia del personal naval, piedra angular de toda buena marina de guerra, mención aparte los navíos, por supuesto.

3 pilares para la excelencia

A partir de esta premisa, el análisis se estructura en torno a 3 áreas clave:

  1. Disponibilidad operativa: Las plantillas orgánicas están lejos de cubrirse al 100 %, especialmente en unidades de alta disponibilidad. El almirante identifica medidas concretas para lograr una cobertura realista y eficaz, incluyendo el uso de escuadrillas como «pools» de personal y el mantenimiento de un registro actualizado de la Reserva.
  2. Formación técnica y moral: Más allá del adiestramiento operativo, que el autor considera obvio, se destaca la necesidad de una formación integral que refuerce los valores castrenses y la capacidad de liderazgo. La figura del mando cobra especial relevancia en este proceso.
  3. Motivación y voluntad de entrega: El texto alerta sobre el deterioro que puede suponer para la moral del personal el actual sistema de asignación de destinos, especialmente durante las fases de alta disponibilidad de los buques. Se proponen alternativas de gestión que equilibren las necesidades del servicio con la satisfacción profesional.

Una estructura legal y administrativa insuficiente

El Vicealmirante critica con fundamento la desconexión entre el planeamiento de capacidades y la realidad de las plantillas. La cuota de reparto 3:1:1 entre los Ejércitos y la Armada es una herencia inercial que ignora las verdaderas necesidades operativas, y las RPM (Relaciones de Puestos Militares) no reflejan adecuadamente las carencias estructurales. Lo cierto es que la «trescientosonce», si se nos permite el palabro (3:1:1), se antoja insuficiente para algunos -Armada-, y quizá excesivo para otros -Ejército de Tierra (ET)-. Queremos anotar que, quizá, el personal actual del ET es el necesario, no podemos afirmarlo ni negarlo con contundencia; es posible incluso que se llegue a considerar deficitario si los planes del Ministerio incluyen la creación de nuevas unidades; pero sí es cierto que la desproporción en el seno de las FAS es llamativa, sobre todo atendiendo al carácter marino de un país como España, que basa la mayor parte de su fortaleza comercial en el transporte marítimo. Pero no sólo hablamos de los intercambios comerciales y las rutas marítimas, porque nuestra seguridad, de modo general, descansa en nuestra fortaleza naval, toda vez que sólo por mar podemos llegar a enfrentar amenazas a nuestra seguridad; y sólo por mar podemos llegar hasta ellas antes de que nos alcancen y nos afecten en suelo propio. Queremos recordar en este punto el artículo del coronel (r) de Infantería de Marina, Juan López Díaz, titulado «La proporción áurea»,  aparecido en La Revista General de Marina, donde disertaba, precisamente, y entre otros aspectos, sobre esa proporción: «Se aprecia que la proporción de efectivos entre el Ejército de Tierra y la Armada en España es de 3,7 a 1 a favor del Ejército de Tierra. De los 14 países analizados se destaca lo siguiente: Rusia, la potencia continental por excelencia, tiene un ratio menor que el español, de 1/3,4. Los Estados unidos cuentan con un mayor número de efectivos navy/Marines (1,4) que el Army (1). De todos los países aquí expuestos, el ratio Ejército de Tierra/Armada es menor que el español, excepto Corea del sur por razones obvias. Grecia, con una amenaza eminentemente terrestre por parte turca, también tiene un ratio menor (1/2,4).»

La carga naval relativa

Establezcamos la Carga Naval Relativa (CNR) como concepto que mide la proporción de personal activo en la marina de guerra respecto a la población total del país, expresada en efectivos por millón de habitantes–. Así las cosas, la CNR española revela un panorama de subinversión estratégica en España que contrasta con su posición geoeconómica como potencia marítima. Y es precisamente esa condición, la posición geoeconómica española, la que desenmascara la realidad de la desinversión. Ser Suiza, ser Eslovenia, ser Alemania, haría menos grave esa desinversión, por razones obvias. Pero, con 8.000 kilómetros de costa, 2 archipiélagos y un 67% del comercio nacional generado por mar, una población de 49,3 millones de habitantes en 2025 y 20.923 marinos en servicio activo –según datos del Ministerio de Defensa y el INE–, esta ratio se sitúa en un modesto 0,42 efectivos por millón. Esta cifra palidece ante la de vecinos europeos: Francia alcanza los 0,66, Portugal los 0,67, e Italia los 0,52 en un equilibrio mediterráneo. Incluso Turquía, con 0,59, destina más peso relativo a su flota pese a un enfoque terrestre dominante. En el caso español, esta disparidad no solo refleja la herencia inercial de la cuota 3:1:1 (Tierra:Mar:Aire), sino que ignora la dependencia de ese casi 70% del comercio exterior en rutas marítimas, exponiendo vulnerabilidades en un entorno de amenazas híbridas como las del Estrecho o el Sahel. Hacia 2050, esta carga naval insuficiente podría convertirse en un lastre crítico para la «Armada excelente» soñada por el almirante Garat, agravando las brechas en disponibilidad operativa –actualmente al 80% de plantillas en buques– y erosionando la motivación del personal. Sin refuerzos en reclutamiento –como las 662 plazas para marinería en 2025– y una revisión de la ratio inter-ramas, España arriesga no sólo su disuasión naval, sino su soberanía económica en un Mediterráneo cada vez más contestado. La prospectiva inversa de Garat nos interpela: ¿mantendremos la misma «carga» que en 1996, o invertiremos en el factor humano que define la excelencia?

Carga Naval Relativa (personal naval por millón de habitantes)

 

El reto de la reserva en tiempos de crisis

Uno de los puntos más relevantes del análisis es el papel de los reservistas. Rodríguez Garat distingue entre 4 tipos (RED, RV, RO y RPE), poniendo el foco en los de especial disponibilidad y voluntarios como herramientas clave para reforzar la estructura en escenarios de crisis. Destaca que su activación no requiere necesariamente nuevas leyes, sino voluntad política y un riguroso control administrativo.

El «instrumento» del reservista ha sido toda una quimera -no descubrimos nada- en nuestras FAS. Recordemos que hace apenas 3 años era un millar escaso el personal reservista adscrito a la Armada. Puede parecer insuficiente, y de hecho lo es, pero si tenemos en cuenta que el personal en activo en nuestra Marina de Guerra es de poco más de 20.000 personas, quizá no sea tan extraordinariamente insuficiente.

Las sucesivas administraciones, por convencimiento o desconocimiento, no han logrado instaurar una política de reservistas que los articule de un manera útil para el servicio cotidiano en las FAS -y el extraordinario, de darse-, y suficiente para tiempos de crisis, como apunta el almirante Garat. Hace escasos días se daba a conocer la noticia de que la ministra Robles prepara nuevas medidas para reforzar la reserva voluntaria en los 3 ejércitos.

Foto: Armada

 

Conclusión: sin personal excelente, no habrá Armada excelente

Garat es claro y expone con criterio las ideas; ello, junto a la experiencia del autor en puestos de alta responsabilidad en el ámbito de personal naval, dotan al artículo de una solvencia evidente. Más que una crítica, lo que el almirante propone es una hoja de ruta seria, rigurosa y viable para abordar una de las cuestiones estructurales más importantes de nuestra defensa naval.

Sin embargo, cabe que introduzcamos un matiz fundamental, en línea con lo expuesto: si bien el almirante sostiene que las exigencias sobre el personal no cambiarán sustancialmente, lo que sí ha cambiado es el entorno estratégico y operativo. Las unidades están hoy más exigidas que nunca en preparación, disponibilidad y despliegue. Por ello, resulta ineludible abordar con determinación la incorporación de más personal, mejor pagado, más formado y más motivado, capaz de sostener los niveles de actividad actuales y futuros. Porque los futuros, no podemos obviarlo, serán mucho más exigentes si la agenda de la Armada comienza a llenarse con fechas de despliegues más allá de nuestro ámbito natural.

Los datos oficiales disponibles confirman esta necesidad. Según el Ministerio de Defensa, la Armada, como antes decíamos, contaba en 2024 con 20.923 militares en servicio activo (de los cuales 4.609 eran oficiales, 4.065 suboficiales y 12.249 personal de marinería y tropa). Estas cifras suponen un incremento leve respecto a ejercicios anteriores, pero siguen reflejando una brecha respecto a las plantillas orgánicas autorizadas, especialmente en unidades embarcadas. En 2015, un estudio interno ya advertía que la Armada solo podía cubrir en torno al 80 % de sus plantillas operativas, y no hay datos -o no los tenemos- que indiquen que esta situación haya mejorado sustancialmente.

Además, el Plan de Acción para la Revalorización de las Fuerzas Armadas ha destinado una partida de 679 millones de euros al refuerzo de retribuciones y condiciones laborales, una medida que, si bien positiva, no debe entenderse como un punto de llegada, sino como una base sobre la que construir un modelo de servicio más satisfactorio desde la perspectiva retributiva y de condiciones de desempeño del trabajo de nuestros hombres y mujeres.

Así las cosas, una “Armada excelente” no puede sostenerse con menos recursos humanos que en décadas anteriores, ni siquiera con los mismos, menos aún si las exigencias operativas y tecnológicas no dejan de aumentar. Sin este refuerzo estructural —humano, de condiciones laborales y económico—, cualquier modelo de mejora gradual corre el riesgo de colapsar ante las tensiones acumuladas por años de infraestructuras humanas al límite, y antes incluso de echar a andar.

La advertencia, en nuestra opinión, es clara: si no se actúa con anticipación -y todavía es posible hacerlo, aunque vamos ajustados-, las limitaciones actuales pueden convertirse en vulnerabilidades críticas en un futuro que se aproxima rápidamente y que ya nos ha advertido de que nos exigirá mucho más.

 

Jorge Estévez-Bujez

defensayseguridad.es

 

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