DRAGÓN VCR 8X8 Basta, ya es suficiente.

Detengan esto, por favor. La sangría de un programa que no se merecen nuestras Fuerzas Armadas

A estas alturas, visto lo visto y tras el despropósito en que se ha convertido cada nuevo hito del Proyecto, continuar con el Programa VCR 8×8 Dragón es un ejercicio de negación institucional, de pueril desafío a una realidad frente a la que oponemos tozudez y dinero; prestigio y tiempo. La sucesión interminable de errores, retrasos, incumplimientos contractuales y vergüenzas técnicas ha terminado por convertir lo que debió ser el buque insignia de la modernización del Ejército de Tierra en un naufragio de proporciones históricas. Y lo que es peor: en una condena inmerecida para nuestras Fuerzas Armadas, que siguen sin disponer de un sistema operativo real tras más de 15 años de estudios, diseños y promesas; e, incluso, para sus fabricantes, que no dudamos no quisieron terminar de esta manera; pero, en ocasiones, los proyectos se tuercen de manera inmisericorde. Esta ha sido una de esas ocasiones.

Un ciclo de frustración institucional sin salida

Desde agosto de 2020, cuando se firmó el contrato con el consorcio Tess Defence, hemos vivido en bucle: anuncios de entrega, retrasos sistemáticos, comparecencias ministeriales de «preocupación«, amenazas de medidas… y vuelta a empezar. El día de la marmota convertido en política de adquisiciones. Hace unos días, tras una enésima visita a Indra, la ministra Margarita Robles volvió a alzar la voz. Esta vez, al menos, con una amenaza directa: «nos reservamos las acciones oportunas«. Pero ya no sirve. Ya no impacta. Ya no convence. Ya no creemos. Hace tiempo perdimos la fe.

Porque el problema no es nuevo ni accidental. Es estructural. Porque el Dragón no llega, y lo que llega no está listo. Porque lo que está, teóricamente, listo no se firma. Porque lo que se firma, ni siquiera es aceptado por los responsables del programa. Y no es la primera vez y mucho nos tememos que no será la última.

127 barcazas, 0 soluciones

El mantra técnico de los fabricantes se repite como una letanía burocrática: «127 barcazas construidas, 74 vehículos en montaje, 43 en Sevilla, 40 en pruebas«. Las cifras son irrelevantes si ninguna de ellas se traduce en vehículos operativos. Las han convertido en una suerte de vaciedad dialéctica con menos calado que una soflama en el desierto. El Ejército sigue esperando. La integración electrónica no está certificada. La torre de 30 mm no ha pasado pruebas reales hasta 2024, dicen. Y el sistema motopropulsor, la joya de SAPA Placencia, sigue dejando vehículos «literalmente muertos» durante las pruebas del INTA, como acabamos de conocer.

Ya en verano, el propio director de la planta de Alcalá de Guadaíra admitía una falta de coordinación con el Mando de Apoyo Logístico del Ejército. ¿Después de 5 años de contrato, y casi 20 desde los primeros conceptos del programa? Imperdonable. Incomprensible. Hablar en esos términos tras casi 20 años de esfuerzo, dinero y trabajo no está ni en los límites de lo explicable.

Una integración imposible, una gestión fallida

El intento de nacionalizar hasta un 70% de los componentes del Dragón ha resultado en una fragmentación desastrosa del programa: cuellos de botella, sistemas incompatibles, y una integración que simplemente no funciona. El consorcio Tess Defence no ha cumplido su papel integrador. Y la consecuencia es un fallo sistémico que afecta desde la motorización hasta la torre, pasando por los sistemas de combate y electrónica.

Ni siquiera la versión de Infantería (IFV), que debería ser la primera en validarse, está libre de fallos críticos. La negativa a firmar la recepción de los vehículos por parte de los técnicos del propio Ministerio de Defensa evidencia la magnitud de la catástrofe. Y los fallos se repiten: sobrepeso, problemas en el portón, poleas defectuosas, grupos motopropulsores inestables.

Una losa para la industria, una burla para el Ejército

Lo que está en juego ya no es sólo un programa de adquisición. Es la reputación de la industria de defensa nacional, como decíamos hace muy pocas fechas. Es la credibilidad del Ministerio de Defensa. Y, sobre todo, es la capacidad real del Ejército de Tierra de operar con plataformas modernas y eficaces. Las Fuerzas Armadas no merecen esta sangría. No merecen esta dilación permanente. No merecen tener que improvisar doctrinas ni entrenamientos con vehículos que ni siquiera se pueden aceptar.

Ya no basta con «reservarse acciones«. Ya no es suficiente con reforzar protocolos o aumentar controles de calidad. La situación exige una auditoría profunda, una reestructuración del consorcio, la ejecución real de las cláusulas coercitivas del contrato, y sí, si hace falta, la cancelación definitiva del programa. No dudamos de las tribulaciones que deben asolar las cabezas decisoras: es mucho lo que hay en juego; pero tardar más, retrasar lo inevitables, sólo traerá más dolor, pérdidas e incomprensión.

De modo que basta ya. Detengan esto.

No estamos hablando de errores en combate -a Dios gracias-. Estamos hablando de transmisiones que fallan en pruebas estáticas. Estamos hablando de vehículos inmovilizados antes de rodar. Estamos hablando de una década de decisiones mal tomadas, de plazos incumplidos, de recursos ejecutados sin resultados tangibles.

No se puede seguir cubriendo este desastre con notas de prensa, visitas institucionales o promesas de «un poco más de tiempo«. Hemos sobrepasado todos los cálculos de lo que la política puede dilatar sin caer en lo ridículo. Y lo que hace falta es voluntad política y responsabilidad técnica, valentía institucional. Y si no hay quien lo haga, que tal parece, que se detenga todo. Ahora. Por dignidad. Por justicia. Porque el Ejército no se merece esta humillación prolongada. Asuman el bochorno en tiempos de paz, aprovechen, porque siempre será mejor que la responsabilidad de estos errores en tiempo de guerra.

Detengan esto, por favor.

 

Jorge Estévez-Bujez

defensayseguridad.es

2 respuestas

  1. Hace años que esto se sabía. El gran fracaso de la ministra señora Margarita Robles, que en casi 8 años no ha sido capaz de hacer del Dragón una realidad. Debería haber dimitido ya, pero no tiene vergüenza.

    1. Es el precio a pagar por no licenciar el Mowag «off the shelf» para produccion domestica, y querer la cuadratura del circulo. No hay mas que ver lo que ha pasado con el Ajax por querer hacer lo mismo, pero al reves, en UK.

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