Armada. La fragata-equivalente del Cuaderno de Pensamiento Naval.

Hacia una Armada de nueva generación: el método de la fragata‐equivalente al servicio de la visión “Armada 2050”

El camino de los próximos años debe ser vital para construir la Armada a medio/largo plazo. De cómo se concreten los planes, saldrá una marina de guerra capaz y creíble.

Queremos ofrecer a nuestros lectores un somero análisis sobre el trabajo publicado por Manuel Vila González en el número 41 de Cuaderno de Pensamiento Naval , titulado «El método de la fragata-equivalente y la Armada 2055«. El documento quiere desgranar los fundamentos conceptuales y cuantitativos de la visión estratégica a largo plazo del conocido y debatido Armada 2050 del que con frecuencia hablamos sin tener tantos detalles como desearíamos, pero que está sirviendo para generar cantidades ingentes de material, documentación y optimistas proyecciones, la mayoría de las cuales, mucho nos tememos, quedarán en nada. A través de esta modesta revisión crítica vamos a repasar sus principales hitos, supuestos clave y conclusiones, valorando su relevancia dentro del marco actual de defensa y seguridad, y adjuntando nuestra opinión al respecto.

En plena coyuntura -más bien fiebre- del replanteamiento defensivo e industrial europeo, la Armada hizo la presentación pública, a fines del pasado año, 2024, del documento Armada 2050, donde se recogía la hoja de ruta de la Institución naval para las próximas décadas. Acompañado por la Ministra de Defensa, el Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada (AJEMA) expuso esa visión futura en un contexto social, tecnológico y geopolítico en evolución constante. Pero ese es sólo un extremo del discurso oficial: a su lado, emerge todo un enfoque metodológico que debe poder cuantificar el poder naval y, con ello, medir, comparar y proyectar la Armada que España pretende tener, porque la concreción la dejamos a los teóricos a futuro.

Lo llamativo del anuncio no fue sólo su ambición presupuestaria -un «incremento sin precedentes en las últimas décadas», a decir de sus promotores-, sino también la voluntad de dotarse de herramientas analíticas rigurosas para cumplirlo. Porque, en efecto, no basta con desear más buques de superficie, más personal, más submarinos o más capacidades aéreas: hay que saber qué significa “más fuerte”. ¿Cómo calibrar ese salto? ¿Cómo comparar con aliados, competidores y adversarios? Y sobre todo: ¿cómo garantizar que ese esfuerzo no derive en desajustes financieros, operativos o doctrinales?

De las palabras al cálculo: la fragata como unidad de medida

 

El artículo de Vila González introduce una propuesta de cuantificación naval que, si bien no es “científica” en el sentido estricto, aspira a una utilidad pragmática: el método de la fragata-equivalente (Fr-Eq). El principio es simple, aunque cargado de supuestos. Se toma como unidad de referencia una fragata oceánica multipropósito de unas 6.000 toneladas -en España, naturalmente, las F‑100 o las F‑110-, y a partir de ella se asignan valores comparativos a otras unidades (submarinos, patrulleros, buques anfibios, portaaeronaves) en función de su coste y desplazamiento.

Estas equivalencias descansan sobre varias asunciones: que el coste de una unidad naval es proporcional a su tonelaje; que su valor militar acompaña esa proporción; y que los buques del mismo tipo tienen condiciones comparables en mantenimiento, dotación y mando. Con esas reglas, por ejemplo, un submarino de propulsión convencional (SSK) de 3.000 toneladas equivaldría a una fragata de 6.000 Tm; un portaaeronaves actualizado -incluyendo su ala aérea- equivaldría a 4 fragatas; un patrullero de altura o un buque logístico tendría un valor de 2/3 o 1/6 de una fragata, respectivamente, etc.

Este cálculo permite traducir el heterogéneo catálogo naval (corbetas, buques de apoyo, submarinos, LHD, OPV) a una métrica común y así construir escenarios comparables. Aunque el autor advierte que el método está “cogido con pinzas” -por la inevitable distancia entre modelo y realidad-, su virtud reside en su simplicidad: permite plantear trayectorias de crecimiento naval sin perderse en decimales, y obliga a confrontar ambiciones con montos presupuestarios plausibles.

Proyecciones: doblar en 15, triplicar en 30

Aplicado al inventario vigente a comienzos de 2025, el modelo desarrollado en el artículo sugiere que la Armada contaría con aproximadamente 22 fragatas-equivalentes. Esa cifra incorpora no sólo fragatas como tales, sino también submarinos, patrulleros, buques anfibios, unidades auxiliares, recalculadas según su equivalencia como antes hemos explicado. Puede parecer un tanto intrincado al principio, pero no lo es tanto.

Pero el poder del método reside en anticipar cómo evolucionará esa cifra con el plan de construcciones de Armada 2050 y su extensión hipotética hasta 2055, bajo supuestos –aquí tenemos el primer acto de fe– de financiación constante:

  • En 2040, tras renovaciones y altas previstas, la fuerza naval resultante podría alcanzar 45 fragatas-equivalentes, es decir, aproximadamente el doble de la capacidad actual.
  • Al culminar el ciclo —hacia 2055—, la proyección más optimista (aunque coherente con las reglas autoimpuestas) apunta a una Armada de 66 fragatas-equivalentes. Esa cifra colocaría a España en rangos semejantes a los de Francia o Reino Unido -con respecto a su fuerza actual y sin contar su componente nuclear (tampoco descartable en la Armada en un futuro, como ahora apuntaremos)- en términos de volumen de fuerza naval convencional.

Naturalmente, el modelo incorpora ajustes: bajas de unidades que han llegado al final de su vida útil, redistribución del esfuerzo presupuestario, e incluso posibles ramificaciones tecnológicas, como la decisión de incorporar submarinos de propulsión nuclear (SSN) o construir un portaaeronaves convencional de mayor porte en lugar de múltiples LHD ligeros. En su simulación, esos escenarios más audaces no se despliegan plenamente, pero quedan contemplados como alternativas estratégicas futuras.

¿Es viable esta Armada “hemisférica”?

La pieza, es de agradecer, no elude las preguntas incómodas. ¿Es realista pensar en duplicar o triplicar la fuerza naval? en nuestra opinión, . Siempre es plausible escalar capacidades y número, a descender en todo; plantear generosos crecimientos, que contemporizar con lustros de lánguida decadencia. La viabilidad pasa por 2 ecuaciones fundamentales: el mantenimiento de un incremento presupuestario estable (el artículo apuesta por el 2 % del PIB durante 30 años) y la adecuada distribución de ese presupuesto: se deduce que 1/3 del esfuerzo inversor de Defensa se destinaría a la Armada. Con esas hipótesis, se estima un volumen de inversión agregada de unos 57.000 millones de euros en ese ciclo de 30 años, lo que permitiría construir 2,2 fragatas-equivalentes por año, siempre que la carga financiera no colapse otras áreas operativas.

La conclusión del modelo es aceptable, y sus ingredientes son, ¡cómo no!, disciplina presupuestaria y decisión política continuista: la clave de bóveda de cualquier proyecto de esta envergadura. España podría aspirar a una fuerza naval de proyección hemisférica, sin duda. No un poder oceánico global como el de los  Estados Unidos, pero sí una Armada moderna, coherente en su escala, con independencia de movimientos, con capacidad de despliegue y presencia en zonas vitales del Atlántico, el Mediterráneo e, incluso, el Indo-Pacífico -si las alianzas lo requieren-.

Por tanto, el método presentado por Vila González posee algunas fortalezas valiosas -simplicidad, capacidad de visualización, aplicabilidad comparativa-, pero también riesgos metodológicos inherentes. Atribuir valor militar igual a sumas proporcionales de desplazamiento y coste corre el riesgo -aunque ya sabemos que el autor lo pondera- de enmascarar diferencias cualitativas: sensores, sistemas de combate, efectividad del personal, grado de mantenimiento, guerra electrónica, drones submarinos, aéreos o de superficie, uso de armas láser, etc. Son inequívocamente muchas las naturalezas cualitativas que suman muy por encima de las cuantitativas, no cabe duda. Por lo tanto, y desde nuestra irrelevante óptica editorial en DYS, queremos destacar que Armada 2050 y el método de cuantificación tratado aquí no deben interpretarse como una apuesta ingenua por el volumen, sino, creemos, como un instrumento de exigencia estratégica: definir qué queremos tener, cuánto cuesta y qué sacrificios hay que asumir. No es gasto militar sin control, de hecho nunca lo es en el sentido de abundancia y desenfreno, sino al contrario -eximia disponibilidad presupuestaria-, es una visión organizada del, llamémoslo así, el capital naval.

¿Un rumbo claro? Quizá, pero la travesía será dura

Para terminar, apuntar que creemos que el documento Armada 2050, y el modelo que «lo acompaña» en el artículo de Cuaderno de Pensamiento Naval, pretenden marcar un punto de inflexión: no sólo en las capacidades navales de España, sino en su cultura estratégica. Lo que antes se concebía como “esto nos gustaría tener” ahora se formula como un proyecto nacional capaz de cuantificarse y valorarse. En ese contexto, el método de la fragata-equivalente cumple un rol esencial: el de instrumento de verdad interna, que obliga al debate desde lo posible, no desde lo ideal. El problema, como siempre, será la concreción del pensamiento naval y de los plazos -2050- en una materialización tan aproximada como sea posible.

Fragata Méndez Núñez. Armada.

España está decidiendo si su Armada puede -y debe- recuperar peso marítimo. A nuestro juicio, la decisión sólo puede ser una, y lo que debe discutirse es el cómo. El camino no será lineal, muy probablemente los vientos no sean propicios, ni los proyectos estarán exentos de reveses. Vendrán variaciones presupuestarias, crisis económicas, cambios políticos, rupturas tecnológicas o crisis estratégicas inesperadas que puedan alterar los escenarios previstos… todo éso es cierto, pero ello no debe frenar el impulso. El método propuesto tiene valor si se convierte en una brújula de seguimiento: cada año, cada incorporación, cada baja, cada modernización debe cotejarse con el modelo y contrastarse con la realidad.

Para los lectores de DefensaySeguridad.es, lo esencial es comprender que Armada 2050 no es sólo un catálogo de buques futuros, ésa es la parte mediática: es una promesa, un contrato entre la Armada y la sociedad española. Si esa promesa fracasa, no será por falta de voluntad en los papeles, sino por debilidad en el compromiso. Si triunfa, podrá devolver a España una capacidad naval moderna, creíble, coherente y respetada en el concierto internacional. Peor no nos engañemos, los océanos están cuajados de marinas de guerra en constante evolución y crecimiento, sólo tenemos que echar la vista a la propia Europa, donde italianos y alemanes buscan consistentemente superar limitaciones atávicas del pasado y llevar sus marinas de guerra a un nuevo nivel. Y eso, en un mundo marítimo cada vez más disputado y peligroso, no es una opción.

Jorge Estévez-Bujez

defensayseguridad.es

 

2 respuestas

  1. Veo que has leído el artículo que te recomendé. Ahora en serio. Con un presupuesto en defensa sobre el 2% del PIB, sostenido en el tiempo, en éste artículo nos demuestra que no necesitamos más aumento de presupuesto de defensa y tener unos FF.AA. a la altura de nuestro país en el que incluso podemos doblar los números actuales.

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