Propuesta para estudio de la Armada: modernización en curso, Eje Plus Ultra y una inesperada proyección Indo-Pacífica…

Si comenzamos este artículo afirmando que la Armada atraviesa un proceso de transformación crucial, no decimos nada nuevo. Pero, con no ser novedoso este hecho, sí que encontramos, casi cada mes, movimientos de fondo en el entorno estratégico, industrial y operativo que apuntan a un futuro naval complejo y, a la vez, desafiante para España y su Armada. La combinación entre programas de modernización, el creciente protagonismo del flanco sur de la OTAN, y una incipiente voluntad de proyección en el Indo-Pacífico, conforman una narrativa que merece ser desgranada con rigor y seriedad en fechas venideras. Pero no sólo: también queremos abordar la razón de ser de nuestra Marina de guerra, no para cuestionar su existencia, por supuesto, sino para dirimir si su enfoque operacional se adecúa a las necesidades de seguridad nacionales y a los intereses propios. No debemos dejar de lado tampoco la tensión estructural que la falta de personal y la escasez de medios arrastrada hasta ahora, vienen provocando en el desempeño diario del brazo armado naval. Pero, por dar contexto a lo que está por venir, queremos configurar, a continuación, una especie de guion, desgranando así el preludio de lo que habrá de ser, a nuestro juicio, el futuro inmediato de la Institución naval española.
Este es un trabajo en el que queremos contar con los amigos, colaboradores y analistas de DYS, e incluso compañeros de otros medios que quieran -y puedan- aportar, haciendo así que este sea un estudio nutrido por diferentes puntos de vista y enfoques, lo que ayudará a una visión más amplia, global, desde distintos prismas.
Estos son los ámbitos de debate y estudio que hemos identificado. Creemos que cubren todo lo que deseamos tratar sobre la Marina de Guerra española.
1. La razón de ser hoy de la Armada
En un momento en que la guerra en Ucrania ha demostrado el retorno pleno de la alta intensidad, y el Mar Rojo y el Mar Negro están consagrando el uso de sistemas navales no tripulados, España debe revalidar el papel de su escuadra como instrumento clave de disuasión creíble y favorecedora de nuestra estabilidad. No hablamos sólo de una Armada puramente expedicionaria, sino de una herramienta flexible y multinivel: capaz de operar desde la vigilancia pesquera hasta misiones OTAN de ámbito estratégico, pasando por el cuidado y aseguramiento de nuestras áreas de interés. Su .ámbito geográfico natural -Estrecho, Canarias, Baleares (Eje Plus Ultra) – la convierte en actor indispensable de sus propios predios, pero del Mediterráneo Occidental.
2. Programas de modernización: presente y futuro
El eje de la modernización en cuanto a la letalidad de la Armada lo constituyen, en esencia, 2 programas: las fragatas F-110 y los submarinos S-80 Plus. Las primeras, construidas por Navantia, integrarán radar AESA SPY-7, capacidad de guerra antisubmarina y un alto grado de digitalización. Serán la columna vertebral de la acción de superficie hasta bien entrado 2050. Los pesares por su menor capacidad antiaérea ya han sido ampliamente referenciados por casi todos los medios, incluido éste. Por su parte, los S-80 -ya con el Isaac Peral en entregado y en vísperas de su primera salida internacional- dotarán a España de una autonomía submarina hasta ahora inexistente, tanto por el testimonial número de sistemas de que disponíamos (un submarino S-70 operativo), como por la capacidad que se les supone a los S-80, por más que todavía adolezcan de elementos clave de disuasión -ataque a tierra en profundidad, AIP-. Es difícil sostener patrullas sostenidas en entornos contestados sin la capacidad del AIP; y más aún hablar de disuasión estratégica sin la capacidad de colocar en las profundidades territoriales del adversario un misil de crucero.
Por supuesto, se suman los BAM de nueva generación, especializados en vigilancia y seguridad marítima, los buques logísticos en estudio, que darán soporte a una Armada cada vez más desplegable, la modernización de las F-100 y, si llega, los consabidos «proyectos» mediatizados mucho antes de nacer: CATOBAR, 2 nuevos LHDs, 2 nuevas F-110, extensión de la S-80... Todo ello configuraría una renovación tecnológica ambiciosa, aunque no exenta de tensiones presupuestarias, cierta carencia de voluntad política y calendarios amplios, en el mejor de los casos.
El Galicia, L51
3. Desafíos estructurales
Pese a los avances, persisten carencias graves. La más estructural: la falta de personal. El número de marinos es insuficiente ya para garantizar dotaciones completas en todos los buques, es fácil imaginar la escasez futura si se concretan las incorporaciones que vienen a sumar, y no sólo las sustitutivas. Además, la edad media de ciertas plataformas y el desgaste operativo por misiones continuas limitan la disponibilidad real, aunque es cierto que el proceso de renovación parece haber cogido fuelle. En paralelo, el presupuesto de defensa sigue por debajo del 2% del PIB,al menos en términos reales, estables y continuados -no olivemos que estamos «viviendo» de decretos- lo que compromete la sostenibilidad de la modernización.
No es difícil identificar la necesidad de inversión en aspectos vitales: guerra electrónica, defensa antimisil y sistemas no tripulados (UAVs navales, USVs y UUVs); urgente es demasiado condescendiente para estas necesidades perentorias. La Armada sabe que el futuro del combate naval no se librará exclusivamente entre fragatas convencionales, sino en entornos distribuidos, altamente tecnológicos y saturados de sensores. El camino es largo todavía.
4. Compromiso con la OTAN y operaciones internacionales
La participación en ejercicios como «Dynamic Mariner«, «Formidable Shield» o las operaciones «Sea Guardian», «Irini» y «Atalanta» sitúa a la Armada entre los aliados OTAN con presencia constante en mar abierto, eso es cierto. Además, la integración de buques españoles en grupos navales permanentes como el SNMG-2 o el SNMCMG-2 demuestran interoperabilidad, fiabilidad y compromiso, términos muy al gusto de las instituciones políticas, deseosas de transmitir los mensajes pertinentes de visibilidad y responsabilidad ante los aliados. Ahora bien, el peso logístico, el desgaste de hombres y plataformas, el gasto total sobre el presupuesto disponible… son demasiados los aspectos que no deben, bajo ningún concepto, dejar de analizarse para conformar una visión equilibrada entre los desempeños exigidos y las capacidades reales de la Armada para afrontarlos.
Mención aparte merece la obligada cooperación bilateral con Francia e Italia en el Mediterráneo central y oriental, donde se deben reforzar al extremo las vías de actuación conjunta frente a tráfico ilegal de personas, mercancías, el terrorismo marítimo y desestabilización regional.
5. El flanco sur como prioridad estratégica
El Sahel se ha convertido en epicentro de inestabilidad. La retirada de Francia, el avance de actores como Rusia a través del grupo Wagner (ahora África Corps, o Cuerpo Expedicionario Ruso (REK) y la consolidación de regímenes militares hostiles a Occidente obligan a España y a sus vecinos más cercanos a replantear su presencia y la vigilancia en el eje Baleares-Estrecho-Canarias. Esta línea marítima, cruce obligado entre África Occidental, el Golfo de Guinea y Europa, se ha tornado estratégicamente frágil.
La Armada ha reforzado sus patrullas en la zona, no sólo ante la presión migratoria o el tráfico ilícito, sino también como parte del reconocimiento de que la amenaza híbrida puede manifestarse también en el dominio marítimo. La proyección naval hacia el Golfo de Guinea o incluso más allá, forma parte de una visión integral del «sur estratégico» español, donde la seguridad se entiende de forma preventiva y multidominio. Pero a nadie se le escapa que no el empeño no es suficiente. Son demasiados los actores involucrados, los riesgos crecientes y dubitativas (cuando menos) las instrucciones políticas de Europa para la región.
6. Una proyección inesperada: al Indo-Pacífico se va preparado
Que la Armada contemple una presencia en el Indo-Pacífico es, en sí mismo, un cambio de paradigma. No se trataría de establecer bases ni de competir con potencias asiáticas, sino de proyectar interés, cooperación y disuasión simbólica en un teatro donde se decidirá parte del orden global. Así dicho, suena escaso. Partir en demanda de las antípodas navegando entre 10 y 15 mil kilómetros, sin acuerdos previos de establecimiento apunta a un interés político-estratégico, todavía falto de definición en nuestra opinión. El problema es de escala: sin agregadurías navales permanentes, sin presencia diplomática adecuada que respalde una presencia continuada, y con una flota dimensionada para escenarios atlánticos y mediterráneos, la proyección al Indo-Pacífico es, por ahora, más intención que realidad. Además, cabe preguntarse una obviedad: ¿con qué medios? Fragatas F-100 o F-110, LPD, LHD y buques logísticos podrían asumir despliegues temporales, pero siempre bajo riesgo de descuidar el flanco sur. Un despliegue a futuro de ese entidad -por pequeño que sea- deberá depender de previos acuerdos logísticos con socios como Australia, Singapur o Japón, por ejemplo, amén de alguno de los pequeños países que salpican el antiguo Lago Español y de una política exterior que priorice el Indo-Pacífico como espacio de interés.
Instalaciones de Navantia con el S-82
7. Una Armada tecnológica, no necesariamente numerosa
El modelo hacia el que camina España es el de una Armada que quiere ser tecnológicamente puntera, pero de tamaño, quizás, demasiado ajustado, salvo que se materialicen las propuestas en ciernes. Unidades altamente capaces, interoperables, digitales y adaptadas al combate en red requerirán nuevos desarrollos tecnológicos, soporte industrial evolucionado y compromiso político. Ello implicará también menor redundancia, más dependencia de sistemas críticos y, por tanto, mayor necesidad de resiliencia y mantenimiento.
El dilema entre cantidad y calidad está aún presente, y se agravará con la necesidad de cubrir simultáneamente los 3 frentes: defensa nacional, compromiso OTAN y proyección exterior. La solución no podrá ser puramente presupuestaria, sino también doctrinal y diplomática si la aventura «Pacífica» se va conformando.
Conclusión: ¿preparados para lo que viene?
La Armada no está hoy en condición de proyectarse de forma continuada en el Indo-Pacífico, ni de sostener simultáneamente la defensa del flanco sur con capacidad de disuasión oceánica. Pero sí está en condiciones de articular una estrategia coherente de modernización, alianzas y despliegues selectivos. Otra cosa será que la diplomacia acompañe, y si el planeamiento estratégico se hace desde un equilibrio entre ambición y medios reales; sólo así España podrá consolidar una Armada adaptada al siglo XXI: preparada, creíble, y con voz propia tanto en la OTAN como más al sur del Estrecho y más allá del canal de Suez.
Jorge Estévez-Bujez
defensayseguridad.es