Pete Hegseth convoca a la cúpula militar: ¿reforma de calado, demostración de fuerza o purga preventiva?
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, en la Base Aérea Selfridge de la Guardia Nacional, Michigan. (Scott Olson/Getty Images)
La repentina y extraña orden orden del secretario de Defensa Pete Hegseth, convocando a cientos de generales y almirantes (800) de las Fuerzas Armadas Norteamericanas (FAS), desplazados por todo EE.EE. y, cómo no, también por todo el mundo, a una reunión presencial en Quantico, no es simplemente inusual: es desconcertante en grado disruptivo y potencialmente «peligrosa». Nunca en la historia reciente del Departamento de Defensa se ha reunido físicamente a tantos mandos operacionales sin una agenda conocida ni justificación clara. Las preguntas surgen, e inevitablemente abundan por los medios norteamericanos y del resto de la Alianza: ¿por qué ahora? ¿para qué? Thewashingtonpost.com, canalizador de esta noticia, apunta un puñado de posibles razones, también thewarzone.com juega a las adivinanzas.
Grosso modo, los medios al otro lado del Charco barajan 3 hipótesis principales.
La 1ª apunta a una reestructuración doctrinal y estratégica de as FAS al más alto nivel. La Administración Trump ha insinuado una nueva Estrategia de Defensa Nacional con una perspectiva más agresiva, centrada en la supremacía militar frente a potencias, digamos, revisionistas como China, pero también como Rusia; y también aboga por la reducción de cuarteles generales, adelgazando parte de la pesada carga del Departamento y agilizando su desempeño. Reunir al conjunto del liderazgo militar permitiría a Hegseth comunicar directamente los fundamentos de esa nueva visión, y asegurar una transmisión directa a sus altos mandos, casi personal, garantizando su cumplimiento sin filtros institucionales. Podría ser… sin embargo, esta vía no explica el secretismo, ni la exclusión de oficiales del Estado Mayor, ni la negativa a utilizar medios de comunicación seguros ya existentes.
La 2ª posibilidad sugiere una demostración de poder interno, una reafirmación de autoridad en un contexto de tensiones crecientes entre el Pentágono y la Casa Blanca. La purga reciente de figuras clave -con un patrón notorio de género y perfil profesional- habría generado un clima de inquietud en las filas superiores. Esta reunión podría ser entendida como una advertencia: una señal de que el nuevo liderazgo civil de Trump exige una lealtad sin matices y que todo el alto mando está bajo escrutinio. La escala y el tono de la convocatoria respaldan esta lectura para más de un medio.
La 3ª hipótesis, más inquietante, es que estemos ante una operación política preventiva: una forma de identificar resistencias, detectar disidencias internas y eliminar obstáculos antes de decisiones más profundas -como intervenciones externas, consolidaciones de poder o incluso cambios constitucionales-. Si esto es así, la reunión sería menos un foro de coordinación y más un examen de lealtad institucional; una suerte de reunión con los Abencerrajes, pero sin un final tan dramático.
Cualquiera sea el motivo real, esta convocatoria ha provocado desconcierto, molestias operativas globales -por cuanto los desplazamientos del generalato norteamericano no suelen ser, a efectos logísticos- sencillos paseos en avión, y un nuevo grado de tensión entre -parte de- la estructura civil y militar.
Redacción
defensayseguridad.es