Marruecos presiona, reivindica y entorpece la vida de Ceuta y Melilla

Marruecos reaviva las reivindicaciones de soberanía mientras España refuerza su vigilancia en los Peñones

Comité de Coordinación para la Defensa de las Cusas del Reino (de Marruecos). Foto: elconfidencial.com

Ya es del dominio de todos que, en los últimos días, Rabat ha intensificado su presión diplomática sobre las plazas españolas del norte de África, activando el llamado  “Comité para la Liberación de Ceuta y Melilla”, ahora rebautizado como “Coordinadora Nacional para la Defensa de las Causas del Reino de Marruecos”. Esta movilización coincide con el cierre unilateral de las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla, una decisión que, si bien ha encendido las alarmas en las ciudades autónomas afectadas, en Madrid no parece haber provocado más que la incomodidad habitual del Gobierno, sin apenas respuesta oficial, como es costumbre en los últimos años.

El propio presidente de Melilla, Juan José Imbroda, confirmó que no existe actividad aduanera tras el cierre impuesto por Marruecos, algo que también está ocurriendo ya en Ceuta. Sin la apertura comercial, ambas ciudades pierden parte de su aparato económico cotidiano: las pequeñas empresas, el transporte de mercancías y el intricando sistema transfronterizo se ven frenados en seco.

La presión encubierta de siempre, pero de otra manera

El movimiento de Rabat no se acompaña de declaraciones belicistas como antaño, en la época de Hassan II. En lugar de ello, se busca aplicar una presión paulatina a través de la asfixia económico-administrativa, operando bajo la lógica de hechos consumados: cierres de aduanas, trámites lentos y control fronterizo reforzado. Esta táctica no exige de grandes discursos oficiales sino de una presión sostenida sobre el terreno, los medios y las instituciones, con el fin de reducir paulatinamente la soberanía española en estas plazas.

Esta estrategia no es tampoco nueva: ya fue desplegada desde 2018, cuando comenzaron a endurecerse los controles en Melilla, obligando a comerciantes y residentes a pasar por un corredor fronterizo marcado por la lentitud burocrática y los obstáculos aduaneros. El cierre de las fronteras comerciales ha convertido en un auténtico vía crucis la vida cotidiana, mientras que el auge de las travesías a nado desde Marruecos ha disparado un 126 % los pasos durante 2024.

BAM Furor. Foto: Armada

¿Disuasión?

Ante este escenario, España ha respondido con las pretendidas firmezas diplomática, política y militar, con independencia de la intensidad y efectividad de cada una de ellas. En el plano más callado, visible y, quizás, irritante para Rabat, está la Armada, que intensifica la vigilancia alrededor de los Peñones -Vélez, Alhucemas y el islote Perejil- con los medios habituales, como por ejemplo el patrullero Isla Pinto y el BAM Furor, desplegados en la zona de manera asidua. Estos activos navales quieren actuar como disuasores ante posibles maniobras de presión, tanto militares como paramilitares, aunque su verdadera eficacia reside en mostrar presencia, más que en poder de disuasión. 

También el Ejército parece haber querido dar respuesta con la presencia de unidades en patrulla constante de los Regulares y la Legión, desplegadas en las fronteras con Marruecos para desalentar movimientos rápidos de inmigrantes, contrabandistas o incidentes provocadores. En conjunto, se busca mantener la imagen de soberanía efectiva en esas zonas de, digamos, alta fricción estratégica, reforzando el mensaje de presencia frente a acciones de desestabilización. Pero, más allá del desempaño cotidiano de las fuerzas armadas, no debe ignorarse que lo que de verdad ejerce valor a las posiciones nacionales es la determinación política. Las patrullas a pie por la frontera, el abastecimiento de los peñones por medio de buques y helicópteros, dan sostén mediático a la españolidad de los territorios, pero sin el respaldo diplomático carecen de utilidad.

Ensenada de los Galápagos. Melilla.

En medio de unos días de tiranteces, pudiera parecer que con las recientes declaraciones del JEMAD, el almirante general Teodoro López Calderón, el tono institucional se ha endurecido, pero tampoco puede decirse que sus palabras hayan desbordado lo proporcionado. En comparecencia ante la Comisión de Defensa del Congreso, afirmó que “las Fuerzas Armadas están preparadas para garantizar la integridad territorial en cualquier escenario”, en una alusión velada a la presión marroquí. Y añadió que “Ceuta y Melilla son España, y como tal se defienden”, remarcando la disponibilidad operativa de unidades desplegadas en la zona. Estas palabras, firmes pero mesuradas, han sido interpretadas como un mensaje directo a Rabat, aunque más parecieron una obligada alocución, por alusiones, que no quedaba más remedio que hacer. 

¿Hacia dónde miran Ceuta y Melilla?

En el análisis prospectivo, muchas voces plantean que la única vía duradera para proteger la identidad y los intereses de ambas ciudades pasa por su plena integración en la Unión Europea: adhesión a la unión aduanera, presencia en el Comité de las Regiones y respaldo institucional desde Bruselas. Ésto, aducen, permitiría normalizar su estatus económico y jurídico, otorgándoles un paraguas comunitario para defenderse de presiones externas. La letra está bien, pero volvemos a lo de siempre, lo propio de una diplomacia débil y reacia a enfrentar los problemas en soledad: buscar refugio en instituciones y alianzas, mostrando asi una fisura en la determinación -algo de sobra conocido por Rabat-. El pertinaz recurso de los Gobiernos españoles de mendigar amparo exterior para afrontar los asuntos domésticos, como el de Ceuta, Melilla, los Peñones y hasta Canarias, es muestra del descreimiento de las posiciones y legitimidad propias. Y éso es un secular modus operandi que se ha vuelto idiosincrático a fuerza de presencia. No hay manera de verbalizar la defensa de los intereses territoriales españoles sino es invocando a la UE, añadiendo que Ceuta y Melilla son fronteras exteriores europeas; o a la OTAN, implorando la inclusión de las ciudades autónomas en el Tratado de Washington. No es un secreto que Madrid destila cierto temor a que avanzar unilateralmente, sin la complicidad internacional, pueda desencadenar represalias de Rabat, ya sea activando redes de inmigración irregular, frenando la cooperación antiterrorista o penalizando a ciudadanos y empresas nacionales que operan en Marruecos.

Murallas Reales de Ceuta

Recuperar el equilibrio o imponerlo nuevamente

Estamos ante un tablero de ajedrez donde cada pieza mueve a la otra: Marruecos ejerce presión económica y burocrática, y España responde con moderación diplomática y militar, pero siempre con la certeza de haber encajado los golpes sin devolver uno solo. Las plazas de soberanía -Ceuta, Melilla y los Peñones- vuelven a ser epicentro de una tensión sostenida, cuyos efectos no sólo se notan en el cruce de mercancías, sino también en el ánimo de sus ciudadanos, cuyo hastío ya no se relaja nunca desde hace años. La presión social es la verdadera estrategia marroquí; conviene no olvidarse nunca.

En este contexto, la defensa de la soberanía española requiere una combinación de músculo militar, determinación política y diplomacia astuta. Podemos introducir la variable internacional en la ecuación, pero no sin considerarla conveniente, nunca principal, porque estaríamos haciendo descansar el sostenimiento territorial de una parte de España en organizaciones supranacionales, como si la legitimidad soberana de algunas partes de España necesitara del visto bueno de las cancillerías extranjeras. Sin renunciar a una relación estratégica con Marruecos, que siempre va a estar ahí, es urgente dotar a las ciudades de frontera de herramientas reales de salvaguarda nacional, buscando también, porqué no, la mayor integración europea posible para blindarlas. Solo así podrán resistir las presiones y asegurar una convivencia pacífica y próspera, con identidad plena y sin renunciar a su condición de territorio nacional.

 

Jorge Ebujez

 

defensayseguridad.es

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