En el corazón diplomático de Europa, bajo cielos aborrascados, marca de la casa, y entre medidas de seguridad sin precedentes, los principales líderes de la OTAN se congregaron en La Haya para una cumbre destinada a cambiar el rumbo del gasto militar en el continente. Tras horas de intensas negociaciones, la Alianza Atlántica alcanzó un acuerdo que, aunque esperado por algunos, ha resultado profundamente divisivo, y hasta lesivo en algunos casos: elevar el gasto en defensa al 5% del PIB de cada nación miembro para el año 2035. Un acuerdo, un porcentajes, y unas previsiones de capacidades militares e industriales absolutamente ajenas e inverosímiles hace solo un año.

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha sido la voz más estridente a favor de esta meta desde su llegada al cargo, y ha trabajado como disparadero de su propuesta en unos niveles de presión pocas veces conocidos, al menos en la escena pública. Ya antes de su llegada a La Haya, desde el Air Force One, calificó a España como «un problema para la OTAN» por su negativa a aceptar el objetivo del 5% y, a través de su red, Truth Social, compartió un gráfico en el que España aparecía a la cola del gasto en defensa dentro de la Alianza, destacando su actual 1,26% del PIB destinado a este rubro, lejos incluso del compromiso anterior del 2%. El mensaje no podía ser más claro: Washington exige más compromiso financiero de sus aliados europeos, y ponía especial énfasis en el más contestatario de todos, el presidente español.
En respuesta, el presidente Pedro Sánchez defendió una posición basada en la sostenibilidad presupuestaria y en las prioridades sociales de España. No deja de ser paradójico defender la sostenibilidad presupuestaria cunado no se dispone de presupuestos sino en en forma de prórroga. «La defensa no solo se mide en porcentajes del PIB», declaró, subrayando que el enfoque debe estar en la mejora de capacidades y no en una cifra simbólica. Para España, asumir el 5% supondría un gasto anual de más de 80.000 millones de euros, un incremento que pondría en jaque el equilibrio fiscal del país, se defendió desde Moncloa. Tampoco puede dejar de apuntarse aquí que el equilibrio fiscal nos es del todo desconocido en España, sumergidos como estamos en un desequilibrio a todas luces astronómico, y que el endeudamiento mensual de las arcas públicas está en el entorno de los 15.000 millones de euros mensuales. Difícil hablar de equilibrio en estos términos y con estos guarismos.
Por su parte, el Secretario General de la OTAN, el holandés Mark Rutte, con su característico estilo, conciliador a veces, ambiguo en otras, y abiertamente oponente algunas, actuó como se esperaba, ejerciendo de mediador en este pulso diplomático en ebullición, pero con pie y medio al otro lado del Atlántico. En una carta personal enviada a Sánchez, Rutte reconocía las circunstancias particulares de España, pero afirmó también que la Alianza no conoce de acuerdos paralelos ni de excepciones entre sus miembros. Veníamos de la víspera, en la que Sánchez alardeó ante el jefe de la oposición, Feijoo, de haber conseguido un trato de favor, individual, del propio Rutte hacia España; asegurando que las obligaciones para el país no excederían del 2.1%. Pero lo cierto es que el propio Rutte se encargó de desmentir al presidente en cuestión de horas, provocando una cascada de reacciones de indignación y sorna por el escenario de dimes y diretes, de afirmaciones y desmentidos en que había entrado un debate de tanta gravedad y magnitud.

Otros países también mostraban reservas. Bélgica, Luxemburgo y Canadá solicitaron plazos más amplios y condiciones de revisión cada dos años. Alemania y Francia, aunque finalmente aceptaron el objetivo del 5%, lo hicieron tras obtener concesiones en materia de adquisiciones conjuntas y autonomía estratégica europea.
Más allá del 5%, que parecía acapararlo todo, hubo aspectos interesantes, sobre todo en lo tocante a capacidades y objetivos materiales y de recursos. Tiempo habrá en los próximos días de desgranar los acuerdos y tratar de cuestiones de gran alcance y envergadura, como los planes de Producción Industrial, Estrategia Espacial y Tecnología de Defensa MIlitar.
La cumbre de La Haya no estuvo exenta de tensiones externas, como cabía esperar en un tiempo en el que nos encontramos. El bullir de operaciones militares de conflicto, cuando no de guerra, en varios escenarios del orbe dieron marchamo de crisis y verdadera excepcionalidad al encuentro de la Alianza. Las recientes operaciones militares estadounidenses en Irán desviaron no poco la atención y contribuían a un ambiente de incertidumbre sobre el futuro de la seguridad global. Ucrania, siempre presente, siguió siendo el leit motiv de la Cumbre, pero tampoco se obviaban los futuros conflictos en ciernes más allá del alcance visual (China, Taiwán). Varios líderes europeos también expresaron en privado su preocupación por la deriva unilateral de Washington, quienes recelan de un unilateralismo estridente y avasallador con el que no contaban lidiar. Sea como fuere, Europa aún dispone de 4 años para trazar el perfil diplomático de Trump y tomarle la medida, sabiendo, eso sí, que no todos en Europa muestran los mismos sentimientos hacia el inquilino de la Casa Blanca, y que hay más fisuras en Bruselas de las que pueda imaginarse.
A pesar de las diferencias, el acuerdo se alcanzó, al menos sobre el papel, en lo que quiere ser un paso hacia una mayor preparación y disuasión colectiva frente a las amenazas emergentes. Queda por ver si el 5% se convertirá en una realidad tangible o en un objetivo simbólico más dentro de la larga historia de compromisos incumplidos en el seno de la OTAN. Muy probablemente el 5% será un estímulo -inalcanzable para la mayoría, al tiempo-, un objetivo con el que comprometerse en la conciencia de no poder llegar a él.
En el caso de España, plenamente sabedores del enorme y terrible déficit defensivo en que nos encontramos desde hace décadas, el 5% suena a promesa electoral con sello de incumplimiento. Quizás sirva para estimular el gasto (o la inversión, según se prefiera), y escalar en capacidades, ésto es algo que casi nadie duda. Pero nos faltan herramientas. No hace falta abundar sobre ellas, pero no está de más reseñarlas:
Estabilidad financiera y presupuestaria
Planificación de recursos, capacidades y objetivos
Concursos abiertos y limpios
Desarrollo de capacidades industriales
Fin del clientelismo
Trabajo de base: enseñanza de los principios y valores de la defensa de la libertad desde las primeras edades.
La próxima cumbre, prevista para 2027 en Ottawa, servirá como primer examen del cumplimiento de lo acordado ayer. Hasta entonces, el equilibrio entre la presión de Washington y las capacidades reales de los aliados europeos seguirá marcando la agenda estratégica de la Alianza y la clave electoral de muchos de los miembros.
Ebujez
defensayseguridad.es

