El bombardero en cuestión dejó de fabricarse hace 25 años
El B-2 Spirit. Foto: USAF. El referente sigiloso en ataque estratégico
El reciente anuncio del expresidente Donald Trump respecto a la incorporación de 28 unidades del bombardero furtivo B-2 Spirit ha generado diversas interpretaciones dentro del ámbito de la defensa y la industria aeroespacial. En ausencia de un comunicado oficial por parte del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, surgen varias posibilidades que deben ser analizadas con rigor, atendiendo tanto al contexto operativo del B-2 como a la situación actual de los programas de modernización y adquisiciones de la Fuerza Aérea estadounidense, habida cuenta, sobre todo, de que el bombardero de referencia para el futuro de la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF) será el B-21 Raider, substituto natural del B-2 (aunque complementario durante muchos años aún).
Desde su introducción en la década de 1990, el B-2 Spirit ha representado una de las principales capacidades de penetración de largo alcance con tecnología furtiva de la USAF, sino la principal. De los 21 aparatos originalmente construidos por Northrop Grumman, 20 permanecen en servicio activo tras la pérdida de una unidad en 2008. La línea de producción fue clausurada oficialmente en el año 2000, lo que hace que cualquier afirmación sobre la fabricación de nuevas unidades requiera una consideración técnica y presupuestaria exhaustiva, algo que, de confirmarse, supondría todo un desafiante empeño industrial tras esos 25 años desde el final de la serie.
Así las cosas, una de las posibles lecturas del anuncio es la reactivación parcial o completa de la línea de producción del B-2, con el objetivo de construir 28 nuevas aeronaves. Esta opción, como decimos, es la que arroja más incertidumbre. En primer lugar, el costo unitario del B-2 se situó en torno a los 2.000 millones de dólares por avión (incluyendo I+D), lo que implica una inversión considerable para un sistema que, si bien sigue siendo vigente, se encuentra en esa fase de sustitución progresiva por el nuevo bombardero B-21 Raider, que antes apuntábamos. Además, la infraestructura industrial para la fabricación del B-2 fue desmantelada, probablemente por completo tras más de dos décadas, por lo que reiniciar la producción implicaría un esfuerzo logístico y financiero sustancial.
Otra posibilidad es que el número 28 no se refiera a unidades nuevas, sino al total de aeronaves B-2 que alcanzarían un estándar común tras un proceso de modernización. Esta interpretación ganaría fuerza si se considera que ya existen programas en curso para mejorar las capacidades de los B-2 en servicio, incluyendo la integración del sistema de comunicaciones avanzadas (EHF), la adaptación a nuevas armas guiadas y la renovación de la suite de guerra electrónica. En este caso, el número 28 podría comprender los 20 aparatos activos, sumados a una posible fabricación de 7 unidades adicionales a partir de componentes en reserva o estructuras no completadas, con el objetivo de ampliar la flota hasta una cifra operacional de 28 aeronaves.
Existe también la posibilidad de que el anuncio se refiera no al B-2 propiamente dicho, sino al B-21 Raider, cuya apariencia y rol funcional son similares. Dado que el B-21 está siendo desarrollado por la misma empresa (Northrop Grumman) y está previsto que asuma las funciones del B-2 en el futuro, es posible que el número 28 se relacione con los primeros lotes de producción de esta nueva plataforma. Sin embargo, hasta el momento las referencias oficiales distinguen claramente entre ambos programas.
B-21 Raider. Foto: USAF
En cualquiera de los escenarios, el anuncio pone de relieve la importancia continua que Estados Unidos otorga a sus capacidades de aviación de penetración profunda y bombardeo convencional y nuclear excepcionales, e inigualables -hasta ahora-. La posibilidad de reforzar o ampliar la flota de B-2, o de introducir nuevas unidades del B-21, responde a una lógica de adaptación frente a entornos con sistemas de defensa aérea cada vez más avanzados.
A la espera de una confirmación oficial por parte del Pentágono, es razonable mantener una posición prudente respecto al verdadero alcance del anuncio. Lo que sí resulta evidente es la voluntad de Washington de mantener una capacidad aérea de alta tecnología en el segmento de largo alcance, en un momento internacional caracterizado por una creciente competencia entre potencias y por el desarrollo acelerado de tecnologías antiaéreas de nueva generación, donde especialmente China está demostrando que es posible recortar posiciones. El bombardero furtivo chino H-20 es la evidencia de que el ataque stealth profundo ya no es sólo cosa de la USAF.
Redacción
defensayseguridad.es