El Láser en las Fuerzas Armadas. Un futuro cercano
Se espera que las F-111 cuenten con sistemas láser para su defensa. Foto: Navantia
En un escenario global agitado, y ampliamente marcado por la proliferación de drones, misiles hipersónicos y sistemas autónomos, las armas de energía dirigida (LDEW, por sus siglas en inglés: «Laser Directed Energy Weapons») se han abierto hueco como un elemento llamado a ser decisivo en el campo de batalla. Se trata de desarrollos complejos, caros y tecnológicamente desafiantes, al menos en lo que a conseguir elementos capaces, con potencia suficiente, para abatir amenazas de difícil defensa. España, rezagada en esta tecnología, ha comenzado a querer cerrar la brecha con una hoja de ruta que combina desarrollo nacional, colaboración europea y una creciente inversión en I+D militar.
En clave nacional, un proyecto reúne el esfuerzo principal para dotar a las Fuerzas Armadas de esta tecnología: es el programa SIGILAR (Sistema de Interés General con Innovación Láser Aplicada a la Defensa y la Seguridad), liderado inicialmente por el Centro de Láseres Pulsados de Salamanca y actualmente desarrollado por el consorcio formado por Indra y Escribano Mechanical & Engineering. Este Programa es la punta de lanza de la apuesta española, y goza, cómo no, de un marcado carácter estratégico. La iniciativa busca dotar a las FAS , y en particular a la Armada, de una capacidad láser antidrón y antiminas embarcada, con especial atención a su integración en las futuras fragatas F‑110, ya próximas a su botadura (este jueves, la Bonifaz, F-111).
El demostrador instrumental de este sistema, conocido como DIAL (Demostrador Instrumental de Arma Láser), ya ha superado diversas fases de desarrollo desde su inicio en 2018. A día de hoy, se han alcanzado potencias láser de hasta 10 kilovatios (kW) en entornos controlados. Sin embargo, el objetivo operativo se sitúa en los 35 kW, una cifra que permitiría neutralizar amenazas de pequeño y mediano tamaño, como UAVs (Vehículos Aéreos no Tripulados) tácticos, embarcaciones ligeras e incluso ciertos tipos de misiles de corto alcance.
Esta potencia proyectada, de materializarse, colocará al sistema SIGILAR-DIAL en un nivel intermedio dentro del espectro de armas láser de la OTAN. A modo comparativo, el sistema estadounidense HELIOS (High Energy Laser with Integrated Optical-dazzler and Surveillance), embarcado en destructores de la clase Arleigh Burke, opera ya con potencias superiores a los 60 kW, mientras que el láser DE M-SHORAD (Directed Energy Maneuver-Short Range Air Defense) del Ejército de Tierra de EE. UU. alcanza los 50 kW. No obstante, es importante considerar que estos sistemas cuentan con décadas de ventaja tecnológica e inversiones mucho mayores. La brecha, como decíamos al principio, no ha empezado sino a cerrarse ahora; aún quedan años de investigación y, sobre todo, inversión.
En el caso español, puede decirse el enfoque, toda vez que se partía de poco más que la nada en este sentido, ha querido ser gradual y más o menos pragmático. El Ministerio de Defensa ha priorizado la modularidad, la eficiencia energética y la capacidad de integración en plataformas ya existentes. Además, la colaboración con empresas especializadas como Edair Technologies, una empresa española, afincada en Sevilla, y que es clave en el desarrollo de fuentes láser para proyectos europeos. Ésto ha permitido adquirir rápidamente competencias críticas en óptica de alta energía y sistemas de seguimiento y apuntamiento, lo que se traducía en «ahorrar» en desarrollo de elementos ya disponibles en el mercado.
Láser Helios, de Lockheed Martin. Foto: LM
En paralelo, y ya en el plano europeo, España participa en el proyecto TALOS-TWO (Tactical Advanced Laser Optical System – Technology Workstream Organized by Users), financiado por la Comisión Europea dentro del marco del PADR (Preparatory Action on Defence Research). Esta iniciativa, que involucra a múltiples países de la UE, busca desplegar una cúpula antiaérea compuesta por sistemas láser terrestres móviles, capaces de interceptar amenazas como cohetes, obuses, morteros y drones con una precisión milimétrica y costes operativos reducidos.
La participación española en TALOS se centra en el diseño de fuentes láser de estado sólido de 1 y 2 micrones, que serán integradas en plataformas modulares de empleo dual (civil y militar). Se prevé que los primeros sistemas preoperativos de TALOS-TWO estén disponibles a partir de 2028, con una capacidad plena hacia 2030. El programa no sólo viene a reforzar la autonomía tecnológica europea en estas tecnologías, sino que también pretende posicionar a la industria nacional como un futuro proveedor en el emergente mercado de armas de energía dirigida.
Pero aún hay más, Un tercer pilar de desarrollo bilateral cierra el trío de proyectos. Enmarcado precisamente en el ámbito de la cooperación entre países, España e Italia lanzaron un nuevo proyecto PESCO (Permanent Structured Cooperation – Cooperación Estructurada Permanente) para el desarrollo conjunto de un sistema láser antiaéreo de corto alcance. Aunque los detalles técnicos aún no han sido divulgados, se espera que esta iniciativa complemente las capacidades desarrolladas en SIGILAR y TALOS-TWO, aportando interoperabilidad y escalabilidad dentro del marco OTAN.
Es obligado reconocer que, partiendo del más absoluto erial en estas lides, España se ha involucrado en 3 programas que parecen esperanzadores y no adjuntan excesivos problemas de desarrollo, al menos hasta donde sabemos, porque hay que apuntar que, al contrario que otros muchos proyectos, éstos se están llevado a cabo con un discreto silencio informativo.
Los centros neurálgicos de esta esperada revolución tecnológica se sitúan en el Instituto Tecnológico «La Marañosa», el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial), el Centro de Láseres Pulsados de Salamanca y el CEDEA (Centro de Experimentación de El Arenosillo), donde se llevan a cabo las pruebas, simulaciones y validaciones de campo. Estas instalaciones, aún con mucho futuro por delante si los recursos fluyen, permiten una buena sinergia entre investigación básica, desarrollo industrial y aplicación táctica.
En conjunto, la apuesta española por las armas láser no sólo representa un avance en términos de capacidades defensivas, sino también una oportunidad estratégica para consolidar un ecosistema industrial nacional altamente tecnológico y competitivo.
Aún quedan desafíos: escalabilidad de potencia, refrigeración eficiente, gestión energética embarcada y adaptación doctrinal. Pero los cimientos ya están puestos. España ha entrado de lleno en las fases primarias de la guerra electromagnética, y parece querer hacerlo con una visión propia, pragmática y, partiendo de unas modestas capacidades, evolucionar sin demasiada prisa, asentando sesudamente todo el conocimiento antes de dar pasos en falso. Esperamos que todo este silencio mediático esté sirviendo para que la presión por los resultados no desborde las perspectivas y la tecnología pueda ofrecerse con garantías a los usuarios, cuando esté perfectamente probada y contrastada.
Redacción
defensayseguridad.es