De la negligencia a la urgencia. No es el 5%, ni siquiera el 2.1%, es el sentido común.

Capacidades militares, planificación y administración eficaz quedan apeadas del debate, que sólo quiere saber de porcentajes.

Qué significa la OTAN y qué países la forman | Onda Cero Radio

La cumbre de la OTAN de mayo dejó tardes de gloria en forma de debates y titulares. Como el fútbol, la defensa nacional ha entrado en escena a cobrarse los adeudos que años de ignorancia e indolencia le han dejado tan maltrecha su cuenta de resultados. Ahora que por fin todos somos fieros y veteranos soldados, inefables administradores del predio defensivo y audaces analistas de la geopolítica, podemos por fin tomarla con las cifras y disputar los feudos, antes prohibidos, de uno de los pilares nacionales que ya nos es familiar.

Y es que la Defensa de España, toda vez que es el entremés de cada día, una suerte de “lo de siempre” en el menú de las noticias, ha venido para quedarse y hacernos a todos un poco más expertos (si no lo éramos ya) y algo menos legos.

Y, como no hay mejor forma de concretar el objeto de un estudio que reducirlo a porcentajes, ya tenemos perfilado el que regirá las polémicas de sobremesa: el 5%. Acotado el asunto, no podrá ser difícil encontrar un punto de acuerdo en torno al guarismo de marras, algo que acerque posturas, lime asperezas y nos haga encontrar lugares comunes en los que no acuchillarnos.

Varios militares desfilan durante el desfile militar. Imanol Rimada / Europa Press

foto: EuropaPress

Pero, hete aquí que para un país, España, que extrañamente roza el 1 y poco por ciento de gasto en Defensa (o inversión, no se me vengan arriba), plantear el 5 es casi como pedirle Copa y Champions al Cumbres de Fornes Fútbol Club… algo atrevido, cuando menos.

 

Plantear el debate de la inversión en Defensa sin vaselina tiene sus riesgos: los hay electorales (los únicos que contempla un político del espectro ideológico que se quiera), económicos, presupuestarios (éste no es tan importante, habida cuenta de que nos hemos hecho a vivir en una prórroga presupuestaria in aeternum), fiscales… Pero todos, indudablemente todos, están presididos por uno que pasa casi desapercibido: el riesgo administrativo, la gestión eficaz, la planificación. 

El riesgo de la inversión en Defensa es no saber gastar, no saber invertir, no saber, en definitiva, administrar, gestionar ni planificar. Dejémonos de mantras porcentuales, de pueriles planes de rearmes, safes o empleos directos/indirectos e I+D+I+D+I… El presupuesto es importante, es determinante, lo es todo, sí, y en cantidad más que suficiente, pero la capacidad de gestión, de administración del dinero destinado a la defensa es capital, así como de la planificación anterior, que ha de presidirlo todo. Y es aquí donde habría que esperar el máximo que la Administración puede ofrecer, pero no es así. Planes, programas y proyectos aparecen deslucidos desde hace decenios, emponzoñados en procesos interminables, oscuros, donde se pierde el dinero y la paciencia, y cuyo recorrido es rara vez exitoso.

Administrar la Defensa es complejo para un presupuesto como el que cursa a día de hoy. Es mejor no pensar qué ocurrirá con el dinero que podría destinarse al Ministerio si los vientos de rearme soplan cada vez más fuertes y las cuentas se llenan de ceros a la derecha, como así está pasando. Tras varias semanas ya desde que se anunció el portentoso cheque de 10.000 millones de euros para docenas de planes de armamento, material y, en general, recursos de todo tipo, las concreciones no llegan, sencillamente porque los planes están, pero, o no se gestionan debidamente, o no impulsan políticamente.

Hay otro elemento no menos importante, y que debería apear a la cuestión porcentual de su protagonismo. Es menos mediático, más mundano y, por fuerza, no susceptible de tanta polémica, pero es el principal. Las capacidades.

EE.UU. declara «listo para el combate» a su nuevo caza F-35

F-35, «el siguiente» ya no está en la quiniela. Foto: USAF

 

Todo esta marejada en que estamos instalados tiempo atrás, desde el segundo advenimiento de Trump, pero también desde la invasión de Ucrania, ha hecho obviar que las capacidades son la Santísima Trinidad desde la que construir toda la estructura defensiva, y que sólo las capacidades deben determinar el presupuesto, y no al revés. 

Identificar las capacidades que se necesitan, que se quieren, y elaborar después el presupuesto, con independencia del porcentaje que arroje -dentro de los límites asumibles-, es hacer de la sensatez, virtud.

La casa por los cimientos, y no por el tejado. Lo contrario, establecer el dinero disponible y luego comenzar a comprar, es como dar un cheque a un niño, porque el peligro de empezar a malgastar es mucho mayor que si partes de una relación de capacidades bien estructurada y definida. Es el camino que ayudará a no desviarse y alcanzar los objetivos de fuerza y capacidad que se identificaron primero. Si las capacidades quedan cubiertas con el 2,1% -dudoso-, o el 3,5%, no sería necesario establecer mayores esfuerzos. Si requieren el 4%, y está justificado, pues habrá de ser el 4%. No todos los países tienen las mismas necesidades ni deben tener iguales capacidades. 

En cualquier caso, resulta llamativo que con la cantidad de capacidades que se han perdido por el largo vía crucis de los últimos años, largos años ya, no sintamos la recuperación de prácticamente ninguna, con alguna salvedad. Porque no confundamos los anuncios de planes y los proyectos de adquisición, con la consecución de los planes y la entrega de materiales. Del personal, mejor no hablamos; en alguna ocasión lo hemos hecho ya, sin el menor eco, no ya influencia, que no la tenemos, sino siquiera algo de eco.

 La ministra de Defensa, Margarita Robles, este miércoles durante su visita a las unidades de la Comandancia General de Ceuta

La ministra Robles, en Ceuta. Foto: EFE

EN definitiva, y por no desviar más, es comprensible que la OTAN trate de igualar esfuerzos proponiendo un mismo compromiso para todos. Pero la realidad es que ni todos los países pueden gastar igual, ni tienen los mismos costos de producción, ni las mismas necesidades y/o capacidades, ni, por supuesto, los mismos riesgos y amenazas. 

En nuestro caso, sin política de defensa propia desde el Congreso de Viena, sin divulgación cultural en materia de ejércitos, sin el arraigo social de la cuestión patria y sin interés alguno de la clase política por el asunto marcial, muy probablemente nos veremos abocados a descarrilar con un tren cargado de dinero.

 

Jorge Estévez-Bujez

defensayseguridad.es

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