Entregas «discretas» del 8×8 Dragón: 30 unidades recibidas, 0 vehículos operativos

En la más absoluta discreción y sin una sola imagen oficial -hasta ahora-, Indra ha entregado al Ministerio de Defensa otros 14 blindados VCR 8×8 Dragón en las instalaciones de Alcalá de Guadaíra (Sevilla). Con ello, según fuentes consultadas por Europa Press, que informa del hecho, el número total de unidades recibidas por el Ejército de Tierra en lo que va de año asciende a 30.
No hubo acto institucional. Tampoco hubo presencia de la ministra ni declaraciones a prensa. Sólo un movimiento logístico, contenido y silencioso, como si el Programa Dragón hubiera decidido deslizarse, ahora sí, por la puerta de atrás, de la vergüenza. Es tan inverosímil como que ningún político ni autoridad acuda a la inauguración de una rotonda o un nuevo palacio de deportes; inimaginable. El mismo Programa que, en sus inicios, fue presentado como uno de los mayores hitos industriales y tecnológicos de las Fuerzas Armadas españolas en el siglo XXI, ahora no tiene quién le asista a los actos de entregas.
Evaluaciones en marcha, problemas persistentes
Mientras estos nuevos vehículos son almacenados o se incorporan a las pruebas funcionales, los primeros lotes entregados —según fuentes militares— siguen sometidos a evaluaciones internas sin validación operativa definitiva. Ésto implica que, pese al número creciente de unidades físicas que habrían sido entregadas, ningún vehículo ha sido aún declarado plenamente operativo. Un dato que debería preocupar.
Recordemos que las pruebas funcionales en el INTA detectaron problemas críticos en el sistema motopropulsor, así como deficiencias en la integración de los sistemas electrónicos, pero no volveremos a entrar en ello. Nada de esto es nuevo. Desde hace años la realidad es tozuda: lo que se entrega no está listo, y lo que está listo no se acepta. Ésa ha sido la constante hasta ahora.
Entregas a oscuras: ¿por qué esconder lo que debería ser motivo de orgullo?
El silencio institucional con el que se ha gestionado esta última entrega, al igual que la precedente, invita a una pregunta legítima: ¿por qué se oculta lo que en teoría debería ser una victoria del tejido industrial y tecnológico español? La respuesta es evidente: porque no hay victoria alguna. Porque estamos ante un Programa que lleva años encallado en una espiral de retrasos, fallos técnicos e incumplimientos contractuales.
El Dragón debió ser el estandarte de la modernización del Ejército de Tierra. Hoy es un programa sin calendario, sin rumbo, y —lo que es peor— sin confianza. A pesar de las decenas de barcazas construidas, el resultado práctico sigue siendo el mismo: ni un solo vehículo operativo en condiciones de ser desplegado.

Un ciclo de disimulo y desgaste
Desde la firma del contrato con Tess Defence en 2020, el programa ha transitado por un ciclo de anuncios optimistas y realidades decepcionantes. La ausencia de cobertura mediática en esta nueva entrega no es casual: es la constatación de que la narrativa ya no se sostiene. Las palabras ya no bastan. Y la entrega de 14 vehículos sin validación operativa sólo suma a la estadística de la impotencia.
Es cierto que hay una voluntad política de salvar el programa. Pero ya no se trata sólo de salvar contratos o de mantener empleos en zonas industriales clave. Se trata de restaurar la credibilidad de una política de adquisiciones que ha fracasado en su misión fundamental: dotar al Ejército de una plataforma moderna, eficaz y segura.
No hablamos de una cancelación inmediata (lo más razonable, vista la evolución del Programa) ni un linchamiento público. Se pide, como en todos los proyectos, transparencia, responsabilidad y decisión. Lo que no puede continuar es este ejercicio de simulación institucional donde se reciben vehículos sin validar, se anuncian hitos sin pruebas concluyentes y se sigue inyectando dinero en un sistema que, hasta el momento, no funciona.
El Ejército de Tierra merece algo más que entregas a oscuras. Merece vehículos funcionales, doctrinas claras, y una cadena logística que no esté basada en la improvisación. Lo que no merece, bajo ningún concepto, es esta agonía disfrazada de avance. Y si nadie está dispuesto a asumir la carga de una rectificación profunda, para la que muy probablemente vamos tarde, quizá haya que considerar lo impensable: parar la máquina antes de que el coste institucional y operativo sea irreversible.
Seguir avanzando a ciegas no es una estrategia.
Créditos del autor
Jorge Estévez-Bujez
defensayseguridad.es


2 respuestas
El problema, y hablo con conocimiento de causa, está en el origen. Por parte de la DGAM se pidió un imposible: un vehículo, a medida, que tuviera de todo «por si acaso» y barato; las empresas, como es habitual, sabiendo que era imposible, tomaron el dinero «y luego ya se verá»; y, por último, empresarios amigos del actual partido en el poder forzaron las cosas para que se les metiera en el programa con calzador. Después, como es habitual, nadie se quiso «meter en líos» tomando decisiones drásticas y todo eso nos ha llevado hasta aquí.
Lo malo es que los nuevos Programas Especiales de Armamento se están gestionando igual.
No se ha pagado prácticamente nada. El Estado, generalmente, sólo paga tras las entregas.
Lo que ha habido son créditos de prefinanciación. Pero eso es dinero prestado que ha de devolverse, bien entregando unidades y canjeando los créditos con los pagos, bien devolviéndonos Y asumiendo las correspondientes multas si no se entrega, acordadas en la renovacion del contrato, debido a los cambios solicitados por Defensa.