El fantasma que vuelve: la guerra como temor latente en la sociedad española

Niños saludan al paso de un convoy ucraniano, hace 4 años. Foto: Ministerio de Defensa de Ucrania
El último estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), bajo el título “Miedos e incertidumbres”, arroja una conclusión sin duda inquietante, como es natural, pero también reveladora de una realidad insoslayable: para quienes sienten temor en la España actual, el miedo a una guerra es la principal preocupación.
A fuerza de paz (al menos en suelo propio), la preparación mental para la guerra languidece
Por encima de la salud, la precariedad económica o la inseguridad cotidiana, la posibilidad de un conflicto armado encabeza la lista de amenazas percibidas, con un 76,8 % de menciones entre los encuestados que reconocen experimentar miedo ante la posibilidad de un conflicto armado. Este dato no puede ni debe ser tratado como una mera curiosidad estadística, porque representa una fisura en la percepción colectiva de seguridad, y plantea preguntas incómodas sobre el estado emocional, político e histórico de nuestra sociedad. Una sociedad, no lo olvidemos, radicalmente inerme (en lo moral) para afrontar cualquier clase de conflicto armado. A fuerza de paz (al menos en suelo propio), la preparación mental para la guerra languidece. No es nuevo, no es extraño, es la consecuencia natural de vivir alejados de los estercoleros de miseria, guerra y podredumbre que jalonan otras partes del mundo. En España, mantener el pulso vital que prepara para lo peor sólo es propio del estamento marcial, y no es posible encontrar fuera del mismo algo parecido a conciencia de guerra, de posible conflicto, de certidumbre en empuñar un arma llegado el caso.
El fin del “dividendo de la paz”
Durante décadas, Europa ha vivido bajo la lógica del dividendo de la paz: la idea de que la integración continental, la disuasión nuclear, la globalización económica y la estabilidad institucional habían dejado atrás el conflicto armado como posibilidad real en suelo europeo.

Jordi Bru. El escelente fotógrafo recrea una escena del combate de Náyaf -2004- en esta imagen.
Pero la realidad cambia, tiene esa costumbre. Esa percepción, ampliamente compartida en España desde la Transición, ha empezado a erosionarse.
El estudio del CIS revela que un 66,2 % de los encuestados han pensado alguna vez que España podría verse envuelta en una guerra en los próximos años. Ya no como una hipótesis remota o distópica, sino como una posibilidad plausible.
Este cambio de mentalidad no nace del azar:
- La invasión rusa de Ucrania ha devuelto el combate convencional a las fronteras europeas.
- Las tensiones globales entre potencias —Estados Unidos, China, Rusia, Irán— han reactivado viejos patrones de bloques.
- La militarización del espacio, el ciberespacio y la inteligencia artificial proyectan escenarios inéditos de confrontación.
En ese contexto, y por primera vez en mucho tiempo, la ciudadanía ya no se siente al margen del conflicto, aunque no lo vea aún en sus calles. La guerra ha dejado de ser algo ajeno, lejano, imposible. Ni todas las guerras de la extinta Yugoslavia, donde tantos españoles perdieron la vida, consiguieron alzar el miedo a una contienda hasta los niveles a que hemos llegado.
La guerra como síntoma emocional
«el miedo existe, y es precisamente éso, la capacidad para tragárselo, para contenerlo y conducirte sin que te desboque.»

Recogida de españoles muertos tras los combates de Annual, en 1.921. Foto: archivo de El Correo. Los dramas en la guerra nunca son menores.
El miedo a la guerra no es solo una respuesta a los titulares o a las imágenes de los conflictos en curso. Es, sobre todo, una expresión profunda de vulnerabilidad interior y responde, entre otros factores, a:
- La pérdida de confianza en las instituciones internacionales.
- La sensación de que “nada es seguro”.
- El desmoronamiento parcial de las narrativas de estabilidad que habían predominado desde 1989.
El dato del CIS es, en ese sentido, una señal psicosocial: la guerra se ha vuelto pensable, y por tanto temible.
No es que el ciudadano español espere con certeza un conflicto, sino que ha dejado de considerarlo imposible. Y en esa grieta se cuela el miedo al caos, a la desprotección, al descontrol. Es miedo que el militar conoce, pero disimula, porque el miedo existe, y es precisamente éso, la capacidad para tragárselo, para contenerlo y conducirte sin que te desboque, lo que marca la diferencia entre quienes dan por hecho que lo afrontarán, y quienes aún no se han planteado enfrentarlo.
Una sociedad no preparada para pensar la guerra
España, como buena parte de Europa occidental, ha renunciado durante décadas a un debate cívico sobre la defensa. Ni la guerra ni la seguridad nacional han formado parte del discurso público. Se han delegado al ámbito técnico, militar, o diplomático. El ciudadano medio no ha sido interpelado. No está, ni se les espera. Esa desconexión ha generado una cultura política donde la guerra no se piensa, no se explica, no se prepara, y por tanto, cuando emerge como amenaza, se vive con miedo puro, no con reflexión crítica o preparación democrática. Lo que ahora aflora no es sólo el temor al combate, sino la conciencia de que no sabríamos qué hacer si llegara. No hay estructuras mentales ni cívicas preparadas para ello porque, en un monumental ejercicio de abstracción social de la realidad, y de negligencia suicida, se optó por desmantelar el recuerdo de la guerra, no tanto por cruel, sino por inservible a los propósitos de la nueva política.

Soldados españoles, que fueron hechos prisioneros por los rifeños, regresan a España a bordo del Antonio López, en enero de 1923, tras su puesta en libertad (foto del blog El desastre de Annual)
Por tanto, la respuesta no puede ser ni el alarmismo, ni la negación. La aparición del miedo a la guerra en la encuesta del CIS debe interpretarse como una llamada de atención colectiva, porque la paz no es eterna ni automática, la seguridad no puede, y no debió, ser externalizada completamente, y la defensa nacional no es sólo un asunto militar, sino también cultural, educativo y social.
Un país que teme la guerra, pero no la comprende, queda en una posición de pasividad y desconcierto.
Pero un país que asume sus vulnerabilidades y se atreve a pensar la defensa con seriedad democrática puede transformar ese miedo en una forma de conciencia activa. No es el ideal del currículo del Ministerio de Educación, con toda seguridad, y quizás por ello todos los responsables de haber hecho indolentes no sólo a generaciones de púberes, sino también de padres, debieran pagar por ello; pero no lo harán.
Una grieta en la anestesia
El miedo a la guerra, como el que expresa una parte significativa de la sociedad española según el CIS, rompe con décadas de complacencia histórica. Y esa es la única lectura positiva. No significa que el conflicto sea inevitable, ni que España esté al borde de uno. Significa, más bien, que la sociedad empieza a despertar de una ilusión prolongada, la de que la Historia se había acabado y que la guerra era cosa de otros. Ese despertar puede generar ansiedad. Pero también puede aprovecharse para provocar madurez política, exigencia democrática y reflexión cívica.
No se trata de militarizar la vida pública, sino comprender que la paz también se cuida, se construye y se defiende. Aún estamos a tiempo para establecer ciertos protocolos, algunos modelos conductuales simples para tratar de revertir mínimamente la actual situación. No podemos soñar con grandes avances, pero sí con sentar bases sólidas para afianzar, muy poco a poco, un paradigma social que comience a hilvanar una conciencia social de alerta y sentido común. Porque estar preparado para el peligro no es un lujo, ni una extravagancia.
Jorge Estévez-Bujez
defensyaseguridad.es


3 respuestas
Porque de vender una percepción de conflicto armado cuando en la realidad no existe. ¿De eso no hablamos? . De machacar día tras día con ese propósito para tratar de justificar un aumento desmesurado del presupuesto de la defensa ¿Tampoco? De querer vender como un enemigo a países como Argelia ¿tampoco? El querer vender como problemas como la inmigración u otros problemas de carácter similar como una invasión o una destrucción del estado por determinados partidos y crear una percepción de inseguridad ¿tampoco? Vender el relato del miedo es más viejo que la playa para llevar a los borregos al redil.
eres el claro ejemplo del que vive en un mundo de color de rosa, que cree que lo que ocurre en un lugar del planeta no te va a afectar, como buen cazurro de pueblo, creyendo que lo que ocurra en el gobierno desde Madrid no le afectará en nada a un turolense… una mentalidad del siglo XIX en un mundo hiperglobalizado como el del XXI es vivir desconectado del mundo y de la realidad, de la geopolítica y de la historia, porque en Europa las guerras han sido múltiples y cíclicas y en España no hubo estabilidad hasta 1939 y democracia hasta 1977… antes de eso, guerras y más guerras, vivimos en un periodo de calma anómala que nos ha metido a todos los europeos y a Occidente en general en la inopia, salvando a EEUU que como potencia mundial siempre ha estado ahí aportando la Pax Americana… los limes se están derrumbando, en Roma los emperadores van cayendo cada pocos años… y esto se tambalea, pero la gente o el pópulo o no lo ve o no lo quiere ver, luego vendrán los llantos y frases como que no se lo esperaban, en shock… «Se vis pacem para bellum»…
Que suerte tengo que me ha tocado el enterado de turno que su único argumento es la falta de respeto. Qué suerte tengo que me ha tocado un fan-boy de los EEUU, que en su palmerismo vergonzoso, aplaude con las orejas los actos de un matón de patio. Que suerte tengo que en su idolatracion a su imperio, no ve que esa Pax americana es el origen de la mayoría de los conflictos globales, poniendo y quitando títeres a sus intereses económicos y políticos ( toooda América hispanoamericana, Asia occidental con Irán, Irak, Afganistán sobre todo Israel…..Asia oriental Vietnam, Corea…y así hasta aburrir). Pero lo que no es consciente el enterado de turno, es que al matón de patio le quedan los días contados para ver qué el gigante asiático se le está comiendo la tostada y de ahí su interes en enfrentar a su viejo enemigo ruso, con la siempre fuerte economía europea y tratar de que no sea aliado chino, ese chino que en los últimos 40 años no ha creado ningún conflicto armado. Rusia no es capaz de sostener económicamente una guerra sí el precio del barril de petróleo y el gas está bajo, hay que quitarse la dependencia de las energías fósiles y el
oso no podrá ni comer, no hay que entrar en una carrera militar dictada por el agente naranja. Para sentarse a comer en las futuras mesas, van a estar China, EEUU, Europa si vamos unidos, India y tal vez Rusia. Pero no va a ser por una estúpida carrera armamentistica, sí no por economía. Saludos desde la maravillosa Teruel que desde que el fascismo no dió un golpe de estado no ha visto una guerra.