ACV para la Infantería de Marina: entre el contrato y la ilusión industrial

Iveco ACV
Al fin, tras años de debates en sordina y necesidades pospuestas, la Infantería de Marina española podría contar con nuevos vehículos anfibios. El Consejo de Ministros ha dado luz verde a un contrato de 306 millones de euros para el suministro de 34 unidades. El modelo elegido no se ha oficializado, pero todos los indicios apuntan al Amphibious Combat Vehicle (ACV) desarrollado por BAE Systems e Iveco Defence Vehicles, el mismo que ya opera el US Marine Corps.
Nada fuera del guion previsto. La adjudicación ha recaído, también sin sorpresas por cuanto que se confirmó en el BOE de octubre, donde se aprobó la asignación de fondos, en la Unión Temporal de Empresas formada por Indra y Escribano Mechanical & Engineering. Ambas asumirán la parte nacional del proyecto, algo vagamente definido como «integración industrial» o, en palabras más altisonantes, «españolización». Un término ambiguo que dice poco y promete menos si no se acompaña de transferencia tecnológica real o propiedad intelectual. Y, hasta donde se sabe, ni una ni otra están sobre la mesa; habrá que esperar a las concreciones de rigor.
Opciones: ¿ACV? Solución extranjera, acento local
Aunque la selección oficial no se ha cerrado, la balanza parece decantarse por la opción italo-estadounidense, que ofrece, cómo no, interoperabilidad OTAN, cierta madurez operativa y un esquema de producción conjunto con Iveco, del cual no sabemos el alcance ni profundidad. Pero hasta que se firme, todo queda en el terreno de lo probable.
El ACV es un vehículo sobre ruedas (sí, técnicamente es un 8×8, aunque lo de compararlo con un Dragón no debería ir más allá de la arquitectura motriz). Dispone de propulsión H-Drive, más de 6 nudos de velocidad en el agua y capacidad para 13 infantes más 3 tripulantes. En tierra, cumple. En el mar, navega. Y esa combinación, en el mercado actual, es escasa.

Se ofrecería en 4 variantes: transporte de personal (ACV-P), puesto de mando (ACV-C), recuperación (ACV-R) y el modelo más agresivo, el ACV-30, equipado con una torre de 30 mm. ¿Cuál? No está claro. Podría ser la Guardian 30 de Escribano, pero también cabría un acuerdo con cualquier otro proveedor con sistema probado, aunque la probabilidad es seguramente baja. Mientras tanto, se venden titulares sobre autonomía marítima y compatibilidad con el USMC, que nunca viene mal cuando se quiere justificar una elección prácticamente hecha.
Pymes, promesas y producción final
Se ha afirmado —porque la trascendencia mediática es obligada— que más de 300 empresas españolas participarán en el programa. La cifra es generosa, y esperamos que el número oculta la sustancia. ¿Cuántas estarán involucradas directamente en la fabricación de componentes críticos? ¿Cuántas recibirán una subcontrata menor o simplemente prestarán servicios auxiliares? Aguardaremos al desglose antes de celebrar el dato con esa debida muestra de amplitud industrial.
Lo que sí parece seguro es que el montaje final tendrá lugar en Valladolid y/o Madrid, en las instalaciones de Iveco, o quizás, por qué no, en el Tallerón de Indra, en Gijón. La producción no será muy probablemente nacional, sino ensamblaje supervisado con piezas foráneas. Pero, en tiempos donde el relato pesa más que la trazabilidad industrial, basta con añadir palabras como «polo industrial» o «capacidad exportadora» para revestir de soberanía un proceso de dependencia manufacturera. No es la panacea del «reindustrialismo», desde luego, pero esperemos que ayude.
¿Y la competencia? Mejor ni molestarla
Desconocemos si habrá un guiño al pluralismo técnico, aunque, casi con toda seguridad, nadie en Defensa parece tomárselo muy en serio. La decisión parece tomada desde el momento en que el ACV ofrece interoperabilidad -con los Marines- y viene acompañado del paraguas industrial de Iveco. Turquía, que ha sido nombrada en este programa, con todo lo que eso implica en términos industriales con España en los últimos tiempos, y con algún vehículo que podría resultar interesante, no parece ser una opción real.
Un paso necesario y alguna renuncia
¿Necesita la Infantería de Marina un vehículo anfibio blindado moderno? Por supuesto. ¿Es el ACV una plataforma capaz? Sin duda, a pesar de renunciar a las cadenas, algo que, con toda seguridad, hará perder enteros en más de una situación a la Infantería de Marina.
La operación, presentada como un gran salto industrial, correrá el riesgo de repetir el patrón de dependencia externa ya visto en otros programas: capacidades compradas, relato soberano y tecnología que se queda —literalmente— al otro lado del Atlántico. Pero, al menos en atención al vehículo y a la necesidad de renovación de medios, nos felicitamos por el inicio del Programa y la posible elección del ACV.
España podría convertirse en el segundo país del mundo en operar el ACV. Eso sí, sin diseñarlo, sin fabricarlo y sin certidumbre de si podrá exportarlo por sí misma.
Jorge Estévez-Bujez
defensayseguridad.es

