La petición de Arabia Saudí para adquirir los cazas furtivos F-35 Lightning II en el marco de la reunión con Donald Trump adquiere múltiples dimensiones de política militar, diplomacia y equilibrio regional.

En primer lugar, desde el plano técnico y militar, Arabia Saudí habría solicitado la adquisición de hasta 48 F-35, lo que significaría un impulso formidable para la fuerza aérea saudí. El presidente Trump declaró que «ellos (Arabia) quieren comprar un montón de cazas, estoy estudiándolo…» al referirse a la solicitud saudí. Este tipo de adquisiciones, de concretarse, tienen que ver con el proceso de modernización de las Fuerzas Armadas saudíes dentro del programa Visión 2030 (no sólo petróleo), que contempla diversificar y adquirir capacidades más allá de lo que venía siendo una fuerza armada de tipo medio, que ya se está consolidando como importantísima fuerza regional.
En segundo lugar, el contexto diplomático es ineludible. Arabia Saudí condiciona su normalización de relaciones con Israel, como pretende Washington en el marco de los Acuerdos de Abraham, al reconocimiento de un estado palestino, lo cual ha sido una línea roja para Jerusalén. Para Israel, el posible suministro de F-35 a Arabia Saudí sin garantía de normalización constituye una erosión de su «ventaja militar cualitativa» —un principio que Washington se ha comprometido a respetar. De hecho, Israel presiona para que la venta vaya ligada a dichos avances diplomáticos.

En tercer lugar, este proceso tiene implicaciones para el equilibrio de poder en Oriente Medio. Arabia Saudí busca afirmar un liderazgo regional, y tener una flota de F-35 supondría un carácter más real que simbólico de superación de barreras históricas. Desde Washington, la administración Trump ve la oferta como parte de una ampliación de la cooperación con Riad —incluyendo un pacto de defensa en discusión— que podría consolidarse durante la visita del príncipe heredero Mohammed bin Salman a la Casa Blanca mañana, martes 18 de noviembre.
Ahora bien, hay obstáculos importantes: el Congreso estadounidense aún plantea reparos por derechos humanos y por el asesinato de Jamal Khashoggi, lo cual puede ralentizar cualquier aprobación. También persiste la cuestión de asegurar que Israel mantenga su superioridad técnica, lo que podría implicar que el paquete para Arabia Saudí sea limitado o con condiciones estrictas.
En conclusión: la aspiración saudí de comprar F-35 se inserta, quizás, en un momento oportuno para ambas potencias, una vez moderadamente aplacada la tormenta del conflicto en Gaza: para Arabia Saudí, como parte de su modernización militar y búsqueda de estatus; para EE.UU., como pieza de su reordenación estratégica en el Golfo. Pero el éxito del acuerdo dependerá del encaje diplomático (normalización con Israel), del marco de aprobación interna en EE.UU. y de las condiciones que Washington imponga para salvaguardar equilibrios regionales.
Redacción
defensayseguridad.es

