Turquía en el tablero de armas: el veto alemán al Eurofighter y el dilema del F -35 con los S -400
En un momento crucial para la estrategia de defensa turca, dos asuntos de primer nivel decisorio en el plano internacional vienen a reavivar el debate sobre las prioridades de Ankara, la cohesión con la OTAN y la influencia de potencias como Estados Unidos y Alemania. Primero, la polémica en torno a su eventual reingreso al programa F -35 de EE. UU.; segundo, el posible fin del veto alemán a la venta de Eurofighter Typhoon.

El dilema del F -35 y los S -400 rusos
Un artículo de opinión publicado el 2 de julio pasado, en Breaking Defense, firmado por Bradley Bowman y Sinan Ciddi, sostiene que Turquía no debería recibir F -35 bajo ninguna circunstancia mientras posea o haya operado el sistema antiaéreo ruso S -400, el mismo que impidió a Ankara continuar como socio en el programa F-35 hace algunos años. «Mientras posea o haya operado», implica, en la práctica, la negación de cualquier posibilidad de que pudiera llegar a disponer de él.
Según los autores, los riesgos que implica compartir un sistema clasificado de defensa aérea con Estados Unidos incluyen amenazas a la seguridad de la avanzada tecnología furtiva del F -35. Incluso si Turquía vendiese o desactivase los S -400, dicen Bowman y Ciddi, “el riesgo es demasiado grande”. Es una posición firme: Turquía ha sido excluida del programa F -35 desde 2019 por esta misma razón, y ya no importaría tanto que opere o no en un futuro el S-400. El daño ya está hecho.
La urgencia política se intensificó con el cambio de Administración en Washington y con la posible flexibilización desde la Casa Blanca, que ha reactivado las esperanzas en Ankara. El embajador estadounidense, Thomas Barrack, anticipó que los presidentes Trump y Erdogan podrían resolver el bloqueo este año. Por su parte, Erdogan declaró hace poco que las conversaciones técnicas han sido reactivadas tras la cumbre de la OTAN en La Haya.
Pese al optimismo diplomático, los opúsculos de Bowman y Ciddi alertan sobre consecuencias inadvertidas: “no hay retorno técnicamente neutro para la plataforma F -35”. En otras palabras: para muchos expertos militares, el sólo haber operado un sistema tan sensible como los S -400 contaminaría la seguridad del F -35 de forma irreversible, por lo que es una idea, la de compartirlo con Turquía, que no debería siquiera de plantearse nunca más.
El veto alemán al Eurofighter: ¿hasta cuándo?
Mientras tanto, en el plano europeo, Berlín podría levantar el veto que impide la venta de 40 cazas Eurofighter Typhoon a Turquía. Según informan diversos medios, el nuevo gobierno conservador, liderado por Friedrich Merz, ha dado señales claras de cambiar la postura anterior, y podría romper el veto alemán para exportar el mejor caza europeo hasta la fecha, cuyas últimas actualizaciones lo están llevando a un escalón superior al conocido hasta ahora por sus usuarios.

Esta posible autorización llega tras meses de bloqueo motivados por las preocupaciones sobre los derechos humanos en Turquía mostradas por Alemania y los estrechos vínculos de Ankara con Moscú, vistos con recelo por más de un aliado de la OTAN, lo que no es ningún secreto. Sin embargo, afirma el diario Handelsblatt que Reino Unido, España e Italia han trabajado para convencer a Alemania de dar luz verde y permitir un éxito internacional de ventas del Eurofighter, necesitado, éso sí, del escaparate de mercado que acapara su rival europeo, el Rafale de la francesa Dassault.
Fuentes turcas citan que el suministro incluiría 40 Eurofighter del consorcio europeo (BAE Systems, Airbus, Leonardo), como respuesta a la adquisición paralela de 40 cazas F -16 “Viper” desde EE. UU. Si el veto alemán se cae, la nueva adquisición fortalecería notablemente la capacidad aérea de Turquía y diversificaría su flota, que hoy depende mayoritariamente de aeronaves estadounidenses y sistemas rusos.
Mientras el reingreso al programa F -35 enfrenta barreras técnicas y estratégicas de primer orden, los Eurofighter representan una opción más viable para Turquía a corto y medio plazo y, sobre todo, representan un problema ético e industrial menor para los socios del Consorcio del Eurofighter.
De acuerdo con algunos analistas, Turquía sigue buscando una solución equilibrada: el respaldo de EE.UU., representado por el F -35, es valioso, pero las garantías técnicas y de soberanía que ofrece Europa con el Eurofighter tienen un peso creciente en las agendas de Ankara. De nuevo aquí, el debate en torno al «botón de apagado» del F-35 podría jugar muy seriamente en contra de sus ventas, pero la verdad es que Turquía no parece valorar esa posibilidad.
Para Turquía, tener acceso al Eurofighter sería un balón de oxígeno que aliviaría la dependencia del stock de F -16 — envejecido desde finales de la década de 1990 — y reforzaría sus capacidades defensivas. También reduciría la presión sobre cuestiones políticas internas, puesto que un acuerdo europeo implica menor riesgo de sanciones directas.
Para la OTAN, una Turquía fortalecida con Eurofighter podría beneficiar la defensa colectiva, especialmente en el flanco sur y este de la Alianza. Sin embargo, persiste el dilema de la compatibilidad: un miembro con S -400 y Eurofighter sin F -35 sigue siendo una fuente de fricción con Washington, es cierto; pero también lo es que los roces con EE.UU. se han convertido en un acompañante habitual desde hace meses dentro de la Alianza.
Para Alemania, autorizar tal venta supondría reforzar a su industria, a la europea y, de paso, mejorar relaciones con Turquía; pero también implica hilar fino con la percepción de derechos humanos y alineamiento político en la región.
Para EE.UU., continuar con el veto al F -35 refuerza la política del “tolerancia cero” hacia sistemas rusos, pero pone en riesgo su influencia sobre Turquía. La propuesta de Trump para permitir el regreso de Turquía a cambio de desactivar los S -400 evidencia una estrategia pragmática que todavía estaría en discusión y que no tiene visos de terminarse pronto; y mucho menos saber de qué lado caerá la decisión.

En medio de un complejo tablero estratégico, Turquía se sitúa, como lleva haciendo siglos, entre dos mundos -quizá más-: la continuidad en la exclusión del avión más avanzado de la OTAN y el acceso potencial a un caza europeo de alto rendimiento. Mientras Ankara busca consolidar su rol, la postura de EE.UU. y Alemania definirá si Turquía logra una tercera vía militar. ¿Quiere Erdogan que el Eurofighter sea el puente transitorio mientras se allana el camino de vuelta al F -35? ¿O, por el contrario, está dispuesta a operar con hasta 5 cazas de combate, con todo el desafío logístico que ello implica? ¿Está lista Alemania para aceptar las contradicciones de la siempre compleja e intrincada Turquía, ganar influencia política e industrial sobre ella y primar el interés de ventas de un producto como el Eurofighter? ¿Están los EE.UU. dispuestos a olvidar realmente el desplante turco y llevar su F-35 al borde del espionaje en los confines de la Alianza? El desenlace definirá no solo el futuro de la Fuerza Aérea turca, sino también el peso político de Turquía en la OTAN, sus relaciones con el Kremlin y con una parte esencial de la UE.
Sera como fuere, si alguien parece moverse a placer entre las procelosas aguas diplomáticas, esa es Turquía. Y conviene no olvidar que, mientras todo ésto se resuelve, o no, Turquía sigue su camino firme y solitario en el desarrollo de su caza de nueva generación, el KAAN, lo que, si bien no cubre en el corto plazo las necesidades de la Fuerza Aérea turca, añade menos presión a las necesidades en el medio-largo plazo. El tiempo juega a favor de Ankara, como casi siempre.
Ebujez
defensayseguridad.es

